Recordando a Mario Benedetti

Tuesday, September 22, 2009





Prólogo para “Cuentos y des-Duentos”
de Josué Santiago de la Cruz



No cabe duda alguna de que Josué Santiago de la Cruz es el más asiduo y consistente cultivador del relato hiperbreve en Puerto Rico. Transitados por la ironía, el humor (a veces noir) y la paradoja, Su narrativa queda inscrita dentro de una vasta tradición de narrativa hiperbreve latinoamericana e hispana que tiene entre sus cultivadores a Augusto Monterroso, Juan José Arreola, Miguel Gomes, Martha Cerda, Pedro Antonio Valdés, Alfonso Rodríguez Castelao y Joan Perucho, entre otros.
En Cuentos y de-Ccuentos, su segundo libro de narraciones, Santiago de la Cruz ha sabido calibrar bien sus palabras para representar, en tan poco espacio, todo un mundo de acciones y sensaciones. Un hombre que tiene un ataque de risa, un perro que se suicida, un anciano robabancos, una tía pre-moderna, un escritor y político asesinado por su consciencia, un boxeador ahogado de soledad, una disputa entre el sueño y el destino, un personaje que mata a su autor… Estas son algunas de las instancias que nos presentan unos personajes que evaden todo estereotipo y tipificación. Podría decirse que estos personajes son excéntricos, en el sentido más lato del término; puesto que se obstinan por ser de otra manera en el otro lado de las cosas.
Esta impronta fenomenológica es el dominante de esta narrativa hiperbreve, con sus giros sorpresivos y finales inesperados. En ocasiones la prosa es directa; en otras, poética. Sin embargo, a todas estas mininarraciones les transita la palabra incisiva que indaga en la hechura del mundo. De ahí surge un reverso situacional, una sucesión de acciones distintivas y diferenciales que expone los avatares de la vida misma. En ocasiones estas brevísimas historias son deconstrucciones intertextuales de relatos ya conocidos que van de la cultura de masas (Batman, El Llanero Solitario, etc.) hasta la literatura (Don Quijote), pero siempre centradas en el gozo esencial de la palabra narrada. Incluso, hay reescrituras apócrifas de la historia (Cristóbal Colón, Fidel Castro) y de la Biblia (Apóstol Pedro, Moisés) que sorprenden por su novedad.
Relatos como “Simplicio,” “Cabeza de vaca,” “El ahogado silencioso,” “La historia es así,” “Cómo se llama ese abogado?,” “Lectura de viaje,” “Hollywood,” “Catarsis,” “El recurso del miedo” y “El escritor,” entre los más notables, constituyen verdaderas joyas del relato hiperbreve. Su minimalismo narrativo acentúa el dominio de la técnica y el perfecto manejo del lenguaje.

Cuentos y des-Cuentos es un importante volumen que marca un hito en la narrativa contemporánea puertorriqueña por la singularidad de su propuesta, la variedad de sus temas y la construcción verbal.
Con este volumen, Josué Santiago de la Cruz ha sabido trazar una ruta segura en la literatura boricua más reciente, que promete erigirse en un importante paradigma para generaciones venideras.

Prof. Alberto Martínez-Márquez
Departamento de Humanidades
Universidad de Puerto Rico en Aguadilla


Simplicio


A Carlos Iván


Todo le causaba gracia: la gallina picoteando el maíz, el gato cazando al ratón, la gota de agua en el grifo.
Ni el hambre le borraba la sonrisa de los labios.
No aprendió las letras, tampoco las matemáticas. Equivocaba los colores. Pero a todo le inventaba una canción.
Si le gritaban:
«¡Quítate de ahí, muchacho, no seas tan majadero!»
Seguidito entonaba una melodía alusiva.
En el velatorio del padre tuvo un acceso de risa que le duró una semana y cuando la madre lo abandonó empezó a reír de tal manera que daba pena verlo tan contento.

© Josué Santiago de la Cruz


Cabeza de Vaca

A la Dra. Asima Saad Maura


Cuando regresó a la costa, sólo alcanzó a ver las naves adentrándose más y más en el inmenso mar.
Lloró por días su desventura.
Pensó clamar al cielo. Pero recordó que aquellos lugares aún no habían sido descubiertos.

© Josué Santiago de la Cruz


El último vuelo de Superman


“Up in the Sky! It's a Bird! It's a Plane! No...! It's Superman!”

A Daniel Montoly


En la sucursal del Chase Manhattan Bank un hombre vestido de Superman le exigió a la cajera que vaciara las arcas en una bolsa que le entregó:
—Y no se te ocurra llamar a la jara, eh, por-que si lo haces vas a ver lo que te va a pasar.
Ella lo miró con escepticismo. Se trataba de un anciano decrépito, de aspecto melancólico, que de ninguna manera semejaba al imbatible hombre de acero.
Además, tendría que estar fuera de sus cabales, pensó. ¿Acaso no sabrá él que el verdadero Superman murió cuando se cayó de un caballo?

© Josué Santiago de la Cruz


La conversión de Simón


A don Manolo Figueroa (QEPD)



Se encontraba Simón y su hermano, Andrés, tirando chinchorros en el mar de Galilea, cuando se les acercó Jesús, y les dijo:
—Venid en pos de mí, yo os haré pescadores de hombres.
A Simón le puso por nombre Pedro y cuando éste le relató a su mujer lo acontecido, ella se volvió loca.

Chinchorro: Redes de pesca

© Josué Santiago de la Cruz


¿Cómo se llama ese abogado?


Al Lcdo. José Enrique Ayoroa Santaliz


Molesto con su vecino porque a toda hora el sonido del piano y sus continuos gritos no lo dejaban descansar, decidió llamarle la atención.
—¡Esta es mi casa! —gritaba, iracundo, el vecino— ¡Ese es mi piano! ¡Aquel es mi hijo!
Todo terminó con la inesperada muerte del músico que al caer se fracturó el cráneo con una de las patas del pianoforte.
Al hombre lo sentenciaron a una larga condena en solitario, a pesar de que él sólo trató de evitar una agresión.
Años después, a instancias de un joven abogado que logró que reabrieran su caso, fue exonerado.
Cuando estuvo en condiciones de expresar su agradecimiento al hombre que le devolvió la libertad, ya éste se había marchado. Pero dejó una nota que el juez personalmente le entregó:
«Estamos en paz. Gracias. Ludwig van Beethoven»

© Josué Santiago de la Cruz



Cuando cante el gallo I



Al Ing. Carlos Maldonado



Bartolo y Cristóbal eran los únicos habitantes en un lugar tan escondido en la enmarañada selva, que por temor a perderse más allá de sus fronteras, se comieron todos los animales domésticos y las semillas del cultivo, por lo que se volvieron vegetarianos.

Era su único pasatiempo discutir por cualquier nimiedad para no morir de aburrimiento.

―Cuando cante el gallo te voy a matar ―le dijo Cristóbal a Bartolo, al momento que amolaba la hoja de un puñal frotándola contra una piedra.

Aquello le causó tanta angustia a Bartolo que prefirió afrontar los peligros de la jungla, la víbora y el puma, una muerte segura, a morir a ma-nos de su hermano, una vez cantase el gallo. Pero ya bastante adentrado en la zona selvática, dio media vuelta y regresó al claro donde Cristóbal amolaba el arma fratricida.

Lo miró. Le dio las buenas noches y se fue a dormir.

© Josué Santiago de la Cruz




Cuando cante el gallo II



A Maritza Ledée Rivera



En las noches la selva se hace escandalosa. Se multiplican sus voces y el miedo corre libre buscando donde pernoctar.

A pesar de haber vivido desde la niñez en el corazón de la bestia, Bartolo nunca aprendió a convivir con sus latidos. Le causaban sobresaltos sus múltiples palpitaciones, los sonidos provenientes de sus vértebras y su aliento, a veces frío y otras seco y pestilente.

Afuera su hermano afilaba el puñal, tarareando una extraña melodía.

Cristóbal oyó un ruido y miró en dirección a la cabaña. Pero nada vio. Solo los primeros destellos de un sol a punto de despertar…

Bartolo sudaba en el camastro y se quejaba en el sueño.

El ronco cántico de un gallo lo despertó. Luego un batir de alas, violento, y un golpe seco, como una pedrada, abrió la puerta con fuerza.

Bartolo dejó escapar un grito al momento en que su hermano lanzó el ave degollada al pie del camastro y le dijo:

—Tengo hambre.

© Josué Santiago de la Cruz

Thursday, September 03, 2009




Tentativa de soledad


Por mis lados dormidos, siempre en pos de una claridad
he descendido hasta mirarme frente a frente.
Escribo las tristezas sin mi vieja flauta de sombras
mientras en los vasos de vino bebo mis diversos rostros.
Sin llorar despojándome de tantos estigmas mortales
aguardo al alma que fugitiva viene de su pasado
buscando una frente dormida para descender hacia la noche.
Quiero estar solo en mi gran espectro, mis miradas desiertas;
mis cantos me duelen por no terminar en su propio delirio,
apenas reluzco en ellos, apenas voy escurriéndome
como el rocío baja de los ojos de las sombras.
Quiero ser mi propio testimonio, la realidad de mi signo,
Mas ¿qué pueblo inmenso galopa, respira, sufre?
El pecho de raíz turbado está con ajenas substancias.
Vacila esta vena que entra a mi frente desde el crepúsculo
tan vasta como el pasado de fuego de una estrella,
de luz me deja sus señales mas su conjuro no alcanza
que esta frente asila también malignos nudos.
Ah! el alma vuelve a huir con los pies helados del espanto,
adentro mío con cilicio estoy para devolver al día.

Humberto Díaz –Casanueva


(Chile, 1908-1992)