Recordando a Mario Benedetti

Wednesday, September 12, 2012

ARIZONA SB 1070


SEXO FURTIVO

                                        A Raúl Gómez Jattín

… hermana noche, a ti, a la que tantos amantes
con sus uñas arañaron en la hondura
de tu vientre abstracto, creyendo saciar
su sueños de redención: niños oscuros
que deseosos de calmar el dolor interior
mamaron en tus ubres de loba herida.
Hermana noche, tú, que has sosegado
en tus brazos, sin incertidumbres,
mis frías esperanzas de argonauta a destiempo
descríbeme en estos parpados de miseria
la causa que por efecto, mantiene mi vida a oscuras.
Hermana noche, aquí, en su desnudez
te busca un prófugo de la vida con la pasión
    inquietante de ahogar su semen en tus labios.



                      ARIZONA SB 1070

once años abusando de un lenguaje
que no es el mío y todavía no caigo preso/
nado en la periferia del círculo/
guardo silencio, y alabo a sus dioses/
lavo los pies de torturadores y sádicos
para no deshonrar a los caídos/
mas eso no despeja la ira de sus ojos/
no borrará jamás la mancha negra
que según ellos amenaza su destino/



EL CANTO DEL GALLO


                      Marcos Ana

…aunque jamás se acerca a los barrotes
sus tiernas ramas
abrazan mi encierro no por encargo
de los antiguos rojos.
Él, envejece justo a mi lado,
con la octogenaria sombra
de mujer que llora
por los olvidados de La Guerra.
Somos dos camaradas, que
aguardan para lavar la complicidad
de estos muros nacionales
que no confiesan cuál es la suma
entre muertos y torturados
por la égida del caudillo.
Después que anochece
su imagen viene a dormir
en el refugio de mi celda, y muy temprano
nos despierta un gallo
que canta por la España tricolor
   sofocada por la niebla.


SAHEL BOTUMANA

Batoumambé
A Batoumambé wi koro Batoumambé
Ma bien aimeé siréne
.
-Habib Koité-

Mujer, que cuando te desnudas eres como una fosa
de misterios que se revela al tacto.
Yo te vi amaestrar estrellas con tu boca,
apacentar el desierto en sus días de furia,
¿por qué no vienes
a morir a mí con el anochecer?
¿por qué no dejas que tus brazos de fuego
vuelvan cenizas este deseo que me consume?
Mujer, que cuando duermes,
duerme contigo todo cuanto existe,
que cuando besas perfuma la tristeza
más soez y vengadora. Mujer, no me niegues más
la entrada a lo profundo de tu delta...


Daniel Montoly©

Daniel Montoly (Montecristi, República Dominicana, 1968) estudiante de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Fue finalista en el concurso de poesía Latin Poets for Humanity, ganador del concurso de poesía de la revista Niedenrgasse y del "Editor's Choice Award" de The Internacional Poets Society. Ha publicado en el Primer Volumen de Colección Sensibilidades (España, Alternativa Editorial), Maestros desconocidos de la poesía contemporánea hispanoamericana (USA, Ediciones El Salvaje Refinado), Antología de jóvenes poetas latinoamericanos (Uruguay, Abrace Editores) y en Jóvenes poetas cantan a la paz (Sydney, Australia, Casa Latinoamericana). El Verbo Decenrrejado (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile) Antología de Nueva Poesía Hispanoamericana (Editorial Lord Byron, Lima, Perú) y en la antología norteamericana: A Generation Defining Itself- In Our Onw Words (AMW Enterprises, North Carolina). Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués, inglés y alemán. Colabora activamente con diversas publicaciones literarias y dirige el blog El Wrong Side, dedicado a la difusión de la literatura hispanoamericana.

Monday, July 09, 2012


Landscape
 
Un follaje de luz líquida
atraviesa el tren.
En el fondo
una voz sin estatura,
esotérica,
pone sus labios
sobre el libro.
—¿Quién
ha bebido de esa forma?—
Más allá
de ese instante,
en el viaje de las cosas
queda perenne,
una página en blanco,
voz
de fondo cómplice
en los labios del desconocido.
 ©Daniel Montoly


LA ISLA DE LAS MEDUSAS

Esa isla, madrastra que por melancolía
se adhiere a mis ilusiones
vestida para ir a misa
reza a las tormentas divinas
para que no desentierren
su cabellera oscura.
Aún en la otredad del exilio
la observo que sube
calle arriba aunque yo vaya
calle abajo, huyéndole
a sus fantasmas.

©Daniel Montoly

LOS EXCOMULGADOS
 
 
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
-Alfonsina Storni-


el mar
ese otro cielo
al que los poetas
les niegan
el acceso

©Daniel Montoly
 
RETRATO DE COTIDIANIDAD


A mi madre
las sirenas le robaron la voz
mientras soñaba
que un príncipe azul
la rescataba
de la boca de un dragón.
Pero el héroe
jamás acudió a ayudarla.
Desde entonces
no ha vuelto a fumar
tampoco sueña
temerosa de causar
otra tragedia.

©Daniel Montoly


PAISAJE III

Ausculta voz en los ramajes azules.

El atardecer
rescata los viejos pájaros
para darle justificaciones
a las nubes

El silencio se estremece
sin una identidad que aleje
del origen

Se agigantan los pasos
diluyendo el insólito resplandor
en brazos de la humareda

Se ahogan bajo filigranas
las escarchas como un misterio.

©Daniel Montoly


Daniel Montoly (Montecristi, República Dominicana, 1968) estudiante de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Fue finalista en el concurso de poesía Latin Poets for Humanity, ganador del concurso de poesía de la revista Niedenrgasse y del "Editor's Choice Award" de The Internacional Poets Society. Ha publicado en el Primer Volumen de Colección Sensibilidades (España, Alternativa Editorial), Maestros desconocidos de la poesía contemporánea hispanoamericana (USA, Ediciones El Salvaje Refinado), Antología de jóvenes poetas latinoamericanos (Uruguay, Abrace Editores) y en Jóvenes poetas cantan a la paz (Sydney, Australia, Casa Latinoamericana). El Verbo Decenrrejado (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile) Antología de Nueva Poesía Hispanoamericana (Editorial Lord Byron, Lima, Perú) y en la antología norteamericana: A Generation Defining Itself- In Our Onw Words (AMW Enterprises, North Carolina). Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués, inglés y alemán. Colabora activamente con diversas publicaciones literarias y dirige el blog El Wrong Side, dedicado a la difusión de la literatura hispanoamericana.

Thursday, May 31, 2012


SUNSET BOULEVARD

 

Era sólo una muchacha solitaria a contraluz de la suerte, con las sienes empedradas de estrellas como piedras preciosas; una franja de carne inmensamente hermosa, según la lascivia de los diarios. Bajaba cada atardecer al Sunset Boulevard, y se sentaba afuera del café Starbucks, frecuentado por poetas y pequeños aspirantes de la taumaturgia del telón. Se escuchaban las bravuconadas del viento de la costa subir escuetamente por el trayecto del bosque de los famosos fantasmas gemelos. El blanco enervante pespunteaba las formas de su cuerpo, del que sobresalían sus labios protuberantes y sensuales como dos rebanadas de sandia recién cortadas; un pequeño lunar como una lágrima de plutón relucía a pesar de la densidad de su sombra. Hacía gestos conminándome acercarme a ella, yo rehuía nervioso. Ella seguía insistiendo cada dos segundos, con el devaneo innato de sus sonrisas tristes, al tiempo que dirigía sus brazos, aún lozanos, cómo diciéndome: "Ven... vámonos juntos al abismo".

Sus besos se fueron disolviendo en la atmósfera, fueron incrustándose uno tras otros como dagas provenientes de una inocente aprendiz de fantasma. Enterró la aguja de la duda en mi existencia y luego, no supe, si era mujer, o mi propia fantasía proyectada como un espejismo. Gradualmente nos fuimos acercando... Reconstruyo su aliento en este mismo instante, como si dejara el pasado para estar presente. Leo en sus ojos: "no lloro, porque carezco de infancia para hacerlo". Siento el rubor de su rostro al mirarme, sus pupilas gélidas sonriéndole a mis párpados tersos. La tomo de la cintura, la beso apasionadamente, como lo imaginé en tantas ocasiones, al verla rubia, esconderse tras la cortina óptica del technicolor. Mientras acaricio sus manos frías y frágiles, le pregunto: "¿dónde estuviste todo este tiempo, que no logré reflejarte en mis fantasías de adolescente?" Ella deja caer su mirar en dirección al suelo, evita tener que responder mi febril pregunta, siento cómo la noche hunde todo su peso en mi corazón; quiero llorar para exorcizar el nudo que emerge de atrás de mi garganta, pero es tarde...


Las lágrimas bloquean, se anteponen a mis preocupaciones por controlarlas, sólo atino a abrazar a ésta beldad misteriosa, insuflándole calor en su cuerpo con aderezo de nevera. Le hablo sobre la imposibilidad del idioma, de mi pobreza para acudir a verla frecuente cómo siempre quise. Ella mueve su rostro, parece entenderme perfectamente. Con apenas un débil murmullo, me deja saber su pasado de obrera en una factoría de uniformes militares, de aquel matrimonio precoz para encontrar la figura paterna perdida, el desprecio que su madre nunca ocultó hacia ella, y sus continuas crisis depresivas por su baja auto-estima. Yo asiento, y colocando un dedo en sus labios, trato de explicarle que supe todo aquello a medias, porque los mercaderes hicieron bazares con sus historias convirtiéndola en un producto de consumo. Confieso que fui uno de los buitres que despedazaron su frágil figura, con la voracidad de quien lee una historieta o satisface la líbido sexual de adolescente: te ideabas en mis noches, guardé por mucho tiempo tus imágenes sexys sacadas de las revistas y los carteles cinematográficos como verdaderos fetiches para mi subconscientes.


En la caminata ambos vamos haciendo un monólogo con el silencio sobrante. Ella sonríe con vergüenza, y, abriendo una corta incisión en el rojo carmín de sus labios, desgrana una sonrisa como una flor de flamboyán. El lunar resalta más vivo en su pómulo, como un ojo del misterio. La alegría aflora como brotes de espárragos en primavera. Noto, que se siente segura al sentir que estoy cerca, y coloco sus dedos frágiles y cansados entre los míos. Cierra sus ojos, parece transportarse a otros planos. Una brisa fresca se interpone entre mi rostro y el suyo... los jardines de tulipanes intentan dormir a pesar del ruido de los autos; el viejo reloj de la plaza tartamudea las doce y media con sus agujas viejas y desgastadas por el salitre del viento costero que viene de la bahía. La noche parece impregnarse de Chanel mecánico: se extiende como una sábana de seda negra, cubriendo todo el espacio sideral. Aunque guardo algunas preguntas necias, opto por olvidarlas, -¿para qué remover el dolor de un ángel?-. Ella, mirándome fijamente, parece leer mis pensamientos, capto que cambia de la actitud dulce del principio, a otra algo más distante. Olvidé que pueden leer telepáticamente nuestros pensamientos sin ningún atisbo por la lógica tridimencional.

-¡Perdón-, -le pido-, -¡perdóname!- -No debí querer saber qué pasó aquella noche-.

-Ahora me siento culpable-.

-¡Perdóname Marilin! -Soy un bastardo.

Ella, con una tierna actitud, me mira con sus pupilas penetrantes. Acto seguido pregunta: -¿De veras te interesa saberlo?-, casi sintiendo un pedazo de hierro al rojo vivo en su garganta. -Todo fue una maniobra política. Mientras sus ojos se clavaban en el suelo ya no por el peso de la gravedad sino por los sufrimientos. Le respondo: No te sientas culpable Marilin, yo no te juzgo-.

Fueron ellos los amos de tu barbarie: los mismos que comercializaron tu alma, cómo dioses antropófagos; aquellos que codiciaron tener tus nalgas entre sus dedos con la avara actitud de quien codicia un anillo de gemas preciosas.-Comprendo, lamento lo acontecido en tu vida, fue demasiado peso para tus delicadas alas de mariposa. -¡Lo siento! ¡Lo siento Marilin!... Porque durante mucho tiempo, vi en ti el artefacto perfecto para satisfacer mi lujuria, mis fantasías de chico solitario; ahora no llore... descansa... descansa Marilin, que el mañana es largo y allá nos veremos...!Vuelve! ¡Vuelve a tu casa! Se despidió con un beso y comenzó subir la colinita salpicada de mansiones suntuosas con amplios jardines de rosas color salmón. Yo seguí observando cómo se marchaba, sintiéndome liberado del fuerte asco que traía en mi ser, clavado cómo una estaca negra. Luego abandoné el lugar, recordando que tengo una cita esperando por mí cualquier día de estos en la barcaza que llevara al gran precipicio.


Daniel Montoly©

Friday, May 18, 2012




Los nómadas mojados

Ve allí tu sol poniente
jornalero sin rumbo fijo:
gaviota migratoria
que busca tus sustentos
en los lejanos puertos
donde nadie te conoce.
He aquí tus huellas,
sal de las noches oscuras.

Ve allá tus osamentas
perdidamente solas e ignoradas
como esta voz que te canta
y en la lejanía solloza.

Mira allí tu sol jornalero,
tú que no eres ni padre
o hijo de la patria
sino el feto bastardo
y miserioso del descuido.

Ten aquí tu sol jornalero,
donde tu sombra se dobla
de sol a luna,
de día a noche.

He ahí, beduino del sustento,
donde existe
la malsana ingratitud
y que no te reconocen lo que aportas.

Daniel Montoly © 2002



           A una mujer de Barcelona


Hundí la tecla, y apareció la sorpresa
ante mis ojos.
Luego ambos entramos
en la meditación del fuego
abocados a destruirnos.
Y fue verano
en la fugacidad de los valores,
ella adquirió
la porción que yo le di para que existiera.
Entonces se hizo carne, bocado
para mis deseos,
y todo cuanto nos rodeó
vino a ser parte de la sombra.

Daniel Montoly © 2002



 Las olas infatigables

En el insondable fondo azul
de este océano majestuoso
se esconde la perla de mi óbice,
resquebrajada por el croar de los scherzos marinos,
y por el arrullo triste de las caracolas.
Lleva grabada en la superficie
el impudor de las piedras de los siglos
como una gota oscura
que atraviesa las paredes toscas del alma.
En algún instante alzaré estas alas
empapadas de yodo
para buscar el curso del sol,
y remontando a Ícaro,
dormiré en la primavera de los héroes.
Atrás quedará el jardín de los diamantes condenados,
las llagas y las lágrimas del cuerpo,
todo lo dejo...
Y en los relojes honderos de la muerte
el árbol del día parirá otro fruto eterno.

Daniel Montoly © 2002


           

Boceto de una noche




Era la una de la madrugada, la parada del bus lucía como mi rostro y te buscaba desde la habitación de mi casa con las yemas de un lápiz. Qué vago se hizo todo, porque eras como un gas filtrándose por la simetría de mi insomnio. Besando la página descansaba tu esqueleto en el sin tacto de mis dudas transparentes. Te hacía valorar como a un lujo por la apetencia de mis sentidos; dándole a comer mi sueño a las libélulas con una actitud malvada.

Te esperé con la edad rota, y tú viniste, virgen de medianoche con el velo de tu cuerpo rasgado ya por la testarudez de mis esperas, y allí me encontraste, sumido en un atolladero de silencio, con un trago de amargura derritiéndose en la mesa y la sombra de dos labios protuberantes, tallados en una servilleta.


Luego mis ojos se establecieron en la ingravidez de tu origen, y las cenizas espantosas de tus lágrimas de gárgolas se diluyeron por los brazos y las grietas del olvido. Sólo quedaron los trazos infinitos de tu negrura, muriéndose sobre el telar de una rosa abandonada ante la levedad de mi tumba...



Daniel Montoly© 2002
 
Daniel Montoly (Montecristi, República Dominicana, 1968) estudiante de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Fue finalista en el concurso de poesía Latin Poets for Humanity, ganador del concurso de poesía de la revista Niedenrgasse y del "Editor's Choice Award" de The Internacional Poets Society. Ha publicado en el Primer Volumen de Colección Sensibilidades (España, Alternativa Editorial), Maestros desconocidos de la poesía contemporánea hispanoamericana (USA, Ediciones El Salvaje Refinado), Antología de jóvenes poetas latinoamericanos (Uruguay, Abrace Editores) y en Jóvenes poetas cantan a la paz (Sydney, Australia, Casa Latinoamericana). El Verbo Decenrrejado (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile) Antología de Nueva Poesía Hispanoamericana (Editorial Lord Byron, Lima, Perú) y en la antología norteamericana: A Generation Defining Itself- In Our Onw Words (AMW Enterprises, North Carolina). Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués, inglés y alemán. Colabora activamente con diversas publicaciones literarias y dirige el blog El Wrong Side, dedicado a la difusión de la literatura hispanoamericana.
 

Thursday, January 05, 2012

Juana de Ibarbourou: la vida, un verso


Juana de Ibarbourou supo siempre de la palabra que desnuda, de la metáfora perfecta, del adjetivo que no sobra ni falta, sino que cuenta, contándonos los sueños y otras bienvenidas

por Daniela Saidman

Con la Juana de América se enamora uno, una y mil veces. Con sus versos nace la caricia convertida en eco derramado. Con su palabra certera el amanecer se vuelve lecho florido, amante campo sembrado. Y es que Juana de Ibarbourou (Melo, Uruguay, 8 de marzo de 1895 - Montevideo, 15 de julio de 1979) supo siempre de la palabra que desnuda, de la metáfora perfecta, del adjetivo que no sobra ni falta, sino que cuenta, contándose, contándonos los sueños y otras bienvenidas.

Esta poeta uruguaya es uno de los estandartes de la literatura de Nuestra América de principios del siglo XX. Cuentan que temprano encontró el amor y por eso a los veinte años se casó con el capitán Lucas Ibarbourou. Se trasladó a Montevideo tres años después, donde vivió desde entonces. Sus primeros versos aparecieron impresos en diversos periódicos.

Lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922), fueron sus primeros libros de poesía, en los cuales convergen versos modernistas de los que emergen imágenes y sensaciones, colores y sueños, pero en los que ya su voz era cuenco y tiento para todo lo que aún tenía por decir.

Los grandes temas de la humanidad están presentes en su obra. La búsqueda de la libertad, el amor, el tiempo, la vida que pasa y también la que queda, las cotidianidades y la trascendencia. Su voz fue encontrando en los versos las verdades y las incertidumbres de las tierras y sus gentes. Y el cuerpo tomó en ella la dimensión exacta de la caricia, del gesto que acompaña el desnudo, y a veces también, de la soledad sin aspavientos, de la soledad más sola. Tal vez por eso escribió sabiéndose divinamente humana, entera, pero también escindida de las agujas de un reloj que detiene el paso de las horas sobre el sueño batido entre las alas de las almohadas.
    Por el molino del huerto
    Asciende una enredadera.
    El esqueleto de hierro
    Va a tener un chal de seda
    Ahora verde, azul más tarde
    Cuando llegue el mes de Enero
    Y se abran las campanillas
    Como puñados de cielo.
    Alma mía: ¡quién pudiera
    Vestirte de enredadera!”.


    (Fragmento de “La enredadera”, del poemario Raíz salvaje).
De América

La poeta, la honda mujer de los versos que saben del rocío entretejido en el verdor, fue proclamada Juana de América, en 1929, en el Palacio Legislativo del Uruguay.

En la América mayúscula, el vanguardismo irrumpía en las letras. Y poco a poco la poética de Juana de Ibarbourou se fue desvistiendo de poses para mostrarse cada vez más humana y más sensible. En La rosa de los vientos (1930) se adentró en esta corriente literaria, pero sin los fanatismos que muchos otros poetas blandieron desde el papel, sino más bien valiéndose de ciertas imágenes con las que pudo dejar al descubierto cada vez más honda, su voz de vida que estalla en cada mañana inaugurada de sol y de sombras.
    Si todas las gaviotas de esta orilla
    Quisieran unir sus alas,
    Y formar el avión o la barca
    Que pudiesen llevarme hasta otras playas...
    Bajo la noche enigmática y espesa
    Viajaríamos rasando las aguas.
    Con un grito de triunfo y de arribo
    Mis gaviotas saludarían el alba.
    De pie sobre la tierra desconocida
    Yo tendería al nuevo sol las manos
    Como si fueran dos alas recién nacidas.
    ¡Dos alas con las que habría de ascender
    Hasta una nueva vida!”.


    (Fragmento de “Las olas”, de La rosa de los vientos).
Entre versos y cuentos

Entre 1930 y 1950 la poeta uruguaya no publicó ningún libro de poesía. Sin embargo se dedicó a una prosa que lleva entre las hebras y las entrelíneas toda la carga sentipensante de una mujer que encontró en la palabra los adioses y las bienvenidas, los hasta siempre y los jamases.

Los loores de Nuestra Señora y Estampas de la Biblia (1934); Chico Carlo (1944) y, en 1945, Los sueños de Natacha, son algunos de los libros de cuentos, con matices autobiográficos, que salieron publicados por esos años. En 1971 apareció Juan Soldado, donde recogió narraciones de diferentes épocas. Finalmente, cuando se reunió el hilo poético con Perdida (1950) ya el verso no se iría más.

En 1932, Juana fue la promotora de un concurso internacional que tenía como premisa dotar de una bandera a la Hispanidad, izada por primera vez el 12 de octubre de 1932, en la Plaza de la Independencia de Montevideo.

Juana de América, la poeta uruguaya, ocupó la presidencia de la Sociedad de Escritores de su país en 1950, y cinco años más tarde su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid. En 1959 recibió el Premio Nacional de Literatura, entregado por primera vez. Entre sus poemarios posteriores se encuentran Azor (1953), Mensaje del escriba (1953), Romances del Destino (1955), Angor Dei (1967) y Elegía (1968).

La obra de Juana de Ibarbourou será siempre una tregua, un instante de calma, donde la amorosa serenidad de la pasión y la soledad que nace en los espejos recuerdan la vida, la vida vivida y la que tal vez aún queda por vivir.
    Crecí para ti.
    Tálame. Mi acacia
    implora a tus manos su golpe de gracia.
    Florí
    para ti.
    Córtame. Mi lirio
    al nacer dudaba ser flor o ser cirio.
    Fluí
    para ti.
    Bébeme. El cristal
    envidia lo claro de mi manantial.


    (Fragmento de “El fuerte lazo”)

Extracto de Historia de la Literatura Uruguaya

por Ida Vitale

En Juana de Ibarbourou, gradualmente, el paisaje se transforma en comprobación tenaz de lo natural, en búsqueda de lo concreto, no del símbolo o del simulacro, sino de la suma de elementos verídicos y verificables, esos mismos que una mirada simple descubre en el contorno. A través de toda su obra poética, la autora es fiel a ciertos temas; algunos, aunque no sean exclusivamente privativos de ella emanan de una experiencia vivida, que no comparten necesariamente otros poetas.

Los años pasan, la muerte toca en torno y se lleva los amores mayores y empieza a verse sola, y esta soledad se le hace anticipo de otra soledad más radical.

(Ida Vitale, poeta y crítico uruguaya, 1923)



Tomado de Desde la otra orilla

Tomado de La Ventana