Recordando a Mario Benedetti

Thursday, February 16, 2006

Los estrechos reinos de este mundo.


La ciudad parece cimentarse
sobre las huellas
de una eterna sombra de humedad,
sus niños con aliento ya viejo
montan la espontaneidad negra
en sus bicicletas
para cruzarla
a los umbrales del otro mundo.

Las palomas caedizas al viento
suben
como jazmines de otoño,
simulan
turbas de insectos hambrientos
de vuelos a las doce.

La ausencia llega,
cruza,
y por la vereda
de mi máscara vieja
se desplaza en dirección
a otros rumbos más alegres y joviales.

La fugacidad se lleva la palabra
hacia donde no sabemos
asociándola con rituales o cenáculos
donde los hombres se juntan
a descuartizarla
como brujos o dioses negros
por las noches.

Nada se precipita en sus relojes:
los machos falsean
la intensidad de sus uniones,
las damas toman el té a las cincos en punto
y sus chicos
se inician practicando
coitos desnudos a una guerra ninfómana.

¡Aquí no mueren poetas! Maldigo,
por ser la ciudad de fastidio
con sus largos jardines monótonos
y sus enrejados de verjas
que trepanan la raíz de las alturas.
¿Quién vive entre los muertos de este mundo?


Daniel Montoly
© 2001

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