MEMORIAS DE UN TRAFICANTE DE JUAGUARES

Escribir un verso, es como salir de caza
Autor anónimo
A medida que envejezco,
la selva se hace más densa.
Me levanto temprano
y espero que algún jaguar
quede atrapado en mi optimismo.
Pero la inteligencia,
es la más negligente consejera
en este salvaje rompecabezas,
porque los jaguares, fieras impredecibles,
conocen mejor las manías del cazador,
que el cazador a ellos.
INTERSTISIO
Voy a rozar su cuerpo con cada yema,
o con la raíz,
que los dientes del tiempo
no lograron arrancarme
ya que ella se desnudó ante mí, como beso
interminable en noche oscura;
y antes de ponerse el día
me hizo suyo, y yo la hice mía;
y con el ansia de mis dedos, sumidos
por sus temblores,
nos abocamos al pacto de volvernos uno.
Las máscaras ahogaron nuestro secreto,
y la efímera redención de los sentidos,
jamás nos eternizó como este instante.
LA NOCHE POSEE UN CUERPO
Es la noche, infinito cuerpo gitano
sumido en desvelos,
por cuyos misterios elementales
escapan, sonrisas silentes
con estrellados ojos de pez;
y al otro lado del círculo,
en retroactividad,
violines irrumpen el camposanto
con arpegios de viudas.
Sus labios, seducidos por el dolor,
golpean el éter con su lengua.
Pero son sus manos
las que ahogan ataúdes tristes.
Las córneas alucinógenas
recorren las aguas de medusa
al disparar veinte salvas por el muerto.
LA VIEJA CASA DE LOS ABUELOS
Entrar en esta casa, es como caer bruscamente
en una oscura meditación.
Después de abrir los ojos
descubres que eres alguien
extraño a ti mismo.
Los muebles antiguos, dispersos
por sus esquinas alegóricas
y tristes, testimonian
el odio del tiempo hacia las cosas.
La lámpara te mira, y al mirarte,
descubre que los ojos de su niñez
te sonríen ingenuos y ves en ellos,
niños jugando en un jardín
de rosas secas y rostros góticos.
Recorrer esta casa, es abrir tu estómago
a la incertidumbre; descifrar tus miedos
en sus paredes con los dedos.
Siempre con el atardecer se mete en mí
a seducirme, como un ladrón a los objetos,
como una amante bajo las sábanas.
Doy de comer a sus pájaros azules,
riego con agua sus muebles y sus esquinas,
siembro plantas en sus paredes,
pero ella continúa siempre insatisfecha.
BUEYES INVISIBLES
Los árboles visten velos de novias vírgenes
en sus ramas acicaladas, y la multitud
de ojos que los siguen
rezan avemarías
rescatadas de los concilios apócrifos
en sus troncos, ásperos
como los rostros circundantes
que desdibujan el torpe dolor,
al mirar dentro del ojo existencial,
la transitoriedad de la vida.
Los árboles se han vestido con smokin
para despedir jaurías
de impetuosos bueyes invisibles.
Será al anochecer
cuando a lo largo, y a pesar
de la barbilla del invierno inmisericorde,
los vagabundos se reúnan
a contar las bajas sufridas por su ejército.
AMAZONAS
… es en verdad: La implacable voz
de esa actitud espartana
la que nos gobierna.
Han muerto en la carne
los insectos rojos.
En los campos, los cadáveres
desafían al sol,
pescando con sus bocas hediondas
insectos, pájaros incautos,
y uno que otro humano
curioso por ver los halos de los muertos.
Daniel Montoly©
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