Recordando a Mario Benedetti

Wednesday, September 07, 2011


MEMORIAS DE UN TRAFICANTE DE JUAGUARES





Arte: Álvaro Antón

Escribir un verso, es como salir de caza

Autor anónimo


A medida que envejezco,

la selva se hace más densa.

Me levanto temprano

y espero que algún jaguar

quede atrapado en mi optimismo.

Pero la inteligencia,

es la más negligente consejera

en este salvaje rompecabezas,

porque los jaguares, fieras impredecibles,

conocen mejor las manías del cazador,

que el cazador a ellos.


INTERSTISIO


Voy a rozar su cuerpo con cada yema,

o con la raíz,

que los dientes del tiempo

no lograron arrancarme

ya que ella se desnudó ante mí, como beso

interminable en noche oscura;

y antes de ponerse el día

me hizo suyo, y yo la hice mía;

y con el ansia de mis dedos, sumidos

por sus temblores,

nos abocamos al pacto de volvernos uno.

Las máscaras ahogaron nuestro secreto,

y la efímera redención de los sentidos,

jamás nos eternizó como este instante.


LA NOCHE POSEE UN CUERPO


Es la noche, infinito cuerpo gitano

sumido en desvelos,

por cuyos misterios elementales

escapan, sonrisas silentes

con estrellados ojos de pez;

y al otro lado del círculo,

en retroactividad,

violines irrumpen el camposanto

con arpegios de viudas.

Sus labios, seducidos por el dolor,

golpean el éter con su lengua.

Pero son sus manos

las que ahogan ataúdes tristes.

Las córneas alucinógenas

recorren las aguas de medusa

al disparar veinte salvas por el muerto.


LA VIEJA CASA DE LOS ABUELOS


Entrar en esta casa, es como caer bruscamente

en una oscura meditación.

Después de abrir los ojos

descubres que eres alguien

extraño a ti mismo.

Los muebles antiguos, dispersos

por sus esquinas alegóricas

y tristes, testimonian

el odio del tiempo hacia las cosas.

La lámpara te mira, y al mirarte,

descubre que los ojos de su niñez

te sonríen ingenuos y ves en ellos,

niños jugando en un jardín

de rosas secas y rostros góticos.

Recorrer esta casa, es abrir tu estómago

a la incertidumbre; descifrar tus miedos

en sus paredes con los dedos.

Siempre con el atardecer se mete en mí

a seducirme, como un ladrón a los objetos,

como una amante bajo las sábanas.

Doy de comer a sus pájaros azules,

riego con agua sus muebles y sus esquinas,

siembro plantas en sus paredes,

pero ella continúa siempre insatisfecha.


BUEYES INVISIBLES


Los árboles visten velos de novias vírgenes

en sus ramas acicaladas, y la multitud

de ojos que los siguen

rezan avemarías

rescatadas de los concilios apócrifos

en sus troncos, ásperos

como los rostros circundantes

que desdibujan el torpe dolor,

al mirar dentro del ojo existencial,

la transitoriedad de la vida.

Los árboles se han vestido con smokin

para despedir jaurías

de impetuosos bueyes invisibles.

Será al anochecer

cuando a lo largo, y a pesar

de la barbilla del invierno inmisericorde,

los vagabundos se reúnan

a contar las bajas sufridas por su ejército.


AMAZONAS


… es en verdad: La implacable voz

de esa actitud espartana

la que nos gobierna.

Han muerto en la carne

los insectos rojos.

En los campos, los cadáveres

desafían al sol,

pescando con sus bocas hediondas

insectos, pájaros incautos,

y uno que otro humano

curioso por ver los halos de los muertos.


Daniel Montoly©

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