La ritualidad del círculo de Daniel Montoly
“I’m beat (right down) to my
socks”
FATS DOMINO
La ritualidad del círculo del dominicano Daniel Montoly participa de
una asociación de conceptos símiles por contraste, una antítesis. Desde su
inicio, mejor dicho, en su inicial y circular continuidad, esta combinación
materializa dos nociones que, como propone el poeta, pesan y duelen tanto sobre
el ser humano en su intangibilidad y en su materia: el alma y el cuerpo. Ya
desde la primera sección del poemario “La obesidad de tu dolor y el esqueleto
de tu alma” la pesadumbre se desborda, asfixiantemente cae, y buscando una
salida acierta en la memoria. La segunda sustancia, el alma, aunque etérea,
igual siente dolor. El poeta le ofrece un cuerpo, un esqueleto, otorgándole
existir en este mundo material, más aún, humaniza y baja a un estado terrenal
la esencia que, por desconocida, llamamos alma. Entre golpe y golpe (between
beats) La ritualidad del círculo se
va re/creando como una composición musical de jazz, donde los recuerdos que
surgen de la vida misma logran un homenaje tipo beatnick. Estos golpes que brotan en la fuente del ingenio de Montoly
se manifiestan como un contrapunteo, donde cada palabra, cada verso, finalmente
encuentran su lugar en la composición poética.
A través de La ritualidad del círculo hay un desarrollo que se lee y escucha en
movimientos acompasados y poli-rítmicos. Estos a su vez, al forjar los versos -
el canto -, intentan la re-creación y recuperación en la reminiscencia, o bien,
anhelan el retorno al feliz y eterno instante que se fijó durante la niñez y
que en el poeta aún sigue vigente en la memoria. El primer poema abre con un epígrafe de Norge Espinosa, poeta cubano
del grupo de escritores que aparece a finales de los ochenta en medio de un
socialismo utópico y cuyo elemento definitorio también parte de la memoria. Montoly
escoge el verso “Que no caiga sobre mi tanta limosna” de Espinosa para iniciar
y continuar la propuesta poética, cuya circularidad se expresa a modo del
ritual de lo habitual. “Mimetismo” abre el canto e invita al lector a explorar
-porque el poeta así lo ha decidido,- en el pretérito y el imperfecto de sus
experiencias, mejor dicho, de su memoria:
Recuerdo aquel cuadro en el museo
Aquella tarde lluviosa…
Aquella escena renacentista,
aquellos labios
salvados del holocausto del tiempo
Un texto con dirección anafórica sumerge al
lector en el universo de los recuerdos. Después del recorrido, a la salida del
trance, el lector queda engarzado en un mundo mimético; en la cíclica,
instantánea y seductora, ritualidad del
círculo. A partir del segundo poema el lector se interna en los recuerdos y
éstos se presentan como alucinaciones de nocturna y camuflajeada estirpe. El
poemario sigue hasta abordar “Inconfesiones íntimas”, texto en donde el poeta
destapa la inmaculada obesidad de su dolor y el esqueleto de su alma. Dicho de
otro modo, se da la imposible búsqueda por un eterno retorno a ese instante en
que la vida parecía tener sentido, la lejana felicidad, tema que Milan Kundera
ya explorara en La insoportable levedad del ser. Así como el
recuerdo sucede en un instante, o bien, en una serie de únicos momentos que se
definen y defienden, la vida para Montoly pareciera ser, a veces, como dioses
que saben morir y a veces “como aves de alucinadas noches”.
Se ha dicho que en la poética de
Montoly, además del retorno imposible, el juego de la memoria se vuelve tan
perceptible, ya sea como el elemento presente y vivo a través del poemario o
como el lejano e imperceptible pasado que el canto intenta recuperar. Sin embargo también aparece la duda
existencial, el sin fin temático en las relaciones humanas, la vida cotidiana,
permeada por el aparente sentido trascendental de la existencia en la
modernidad. El poeta se siente influido grandemente por el espíritu de su/s
época/s, por el estado de ánimo colectivo, el desencanto sosegado que ya Sastre
y Camus desenvolvieran. Pero esta es otra época, otro espíritu, otro tiempo y,
como si fuera una obra teatral, se abre el telón a la memoria: Montoly recuerda
y compara, añade conflictos, el poeta pisa el campo de juego, en éste afloran las
emociones y las pasiones, la línea divisoria entre la vida y la muerte. En el
transcurso del partido (la representación), el árbitro imposibilita el eterno
retorno, por lo tanto, finaliza el partido en la hoguera del sexo, lugar donde
el poeta arde, se beatifica –según canta- y como toda materia, se transforma;
en alucinaciones que son presagios, que son sueños, que son diálogos de humo.
Con
ese mismo tono -ya logrado -, el de los
recuerdos (también) y a través del sueño, se desenvuelve la palabra en el
poemario. Las visiones se hacen presentes, en secreto viajan las visiones antes
del espectáculo, antes de hacerse vigentes en un espontáneo y más arduo
resurgir. De la fuente poética brotan las imágenes, limpias, ahí donde la
lluvia tibia va cubriendo de humedad las piedras. En otras ocasiones parece
haber un tono mordaz, una venganza, en la cual la palabra crece y ofrece poder
y las in/confesiones íntimas llegan a ser una plena expresión y extorsión del
deseo. Por lo tanto cierto erotismo y enamoramiento se dibuja en los versos,
como se aprecia “En una mesa” poema donde las miradas fueron baúles “en donde
floreció mi adolescencia, - dice el poeta - azuzada por el calor de sus senos.”
El (auto)exilio acompaña al
poeta día y noche, no solamente trae consigo la movilidad física, la mudanza,
la pérdida de una realidad, sino que también se abre al hallazgo de otra/s. La
transformación mental sucede a través del tiempo, quizás fantasmal para quien
no lo experimenta, pero quien si la sufre no puede evitar la influencia de la
nueva realidad; sin olvidar del todo… aquella otra. En este proceso de ajuste,
emociones y sentimientos múltiples brotan dentro del ser: recuerdo, amor, ira,
odio, venganza, deseos, templanza… Por eso el tinte puede incluso parecer
prosaico e incluso de tono cercano a la protesta. El matiz crítico, bajo la
influencia de su nueva vida en los Estados Unidos, se desarrolla como parte de
su observación, la contemplación, el recorrido diario por las calles y el deseo
de expresarse. Por eso el amor, la sensualidad y el erotismo también son
elementos importantes en este poemario, porque muestran que Montoly vive: sufre
y ama, e incluso puede morir/se en vida. Como se ha hecho referencia
anteriormente, La ritualidad del círculo
pareciera compartir el desencanto existencialista y sin embargo deja ver una
conciencia política, una activismo pacifista. Un ejemplo de lo dicho se aprecia
en “Macromedia”, donde las ciudades y los pueblos del norte se transforman
llenándose de lotes, donde los “héroes muertos” se vuelven títeres-fantasmas,
manipulados por el poder de la mentira.
Naufraga el poeta y sin embargo
continúa en espera de un Yo místico que surja del caos y lo rescate de la
desilusión y el miedo. Daniel Montoly ha sido fuerte, creativo, persistente, ha
logrado dar forma – con sus manos – a la rosa que Huidobro proponía, una que en
este caso ha sido “capaz de cantar con su silencio.”… y florecer en el deseo.
Existir es la propuesta, prevalecer a través de los sueños, en los dibujos de
la niñez y en los elementos sensuales. Existir incluso en la pérdida y
desilusión por estar conciente que todo acontecimiento natural, que antes
causaba asombro e invitaba a la imaginación del niño al vuelo, “…Murió /
ahogado, al caer de brusco / a la intensidad / de un desolador paisaje.” Así lo
expresa Montoly, el poeta (auto)exiliado que no se acostumbra a la idea de
pensarse allí… ¡aquí!
Ese sentir conduce a los poemas,
pero… ¿Qué es un poema? Para Montoly una de las posibles respuestas la ofrece
en “Labios de oscuridad” cuyo inicio expresa que “Un poema es un pedazo de luz
/ en la inexorable oscuridad.” A partir de este instante La ritualidad del círculo es un perseverante vuelo, es decir,
empiezan a cruzarse en las palabras pájaros crepusculares de ineludible voz,
pájaros “que vuelan / entre las ramas de los árboles” y que, como los
recuerdos, caen del árbol como frutos y ya a nadie apetecen. También los hay
kamikaze, como palabras mortales, y los hay secuestradores de memoria. En este
nuevo libro de Daniel Montoly las aves juegan un rol decisivo, ya que de alguna
manera impulsan y dirigen – en su viaje o migración – la imagen del poema (todo
vuelo se traza sobre un mapa imaginario), de tal manera hay aves que, como el
poeta mismo, traspasan las barreras de la normalidad y la cotidianidad como en
el poema “Viuda” en el cual unas gaviotas nocturnas matizan la memoria.
En La ritualidad del círculo los elementos se eternizan, se yerguen inmortales,
espacio y tiempo se entrelazan a raíz de la palabra (esa perpetua luz), existen
en la unidad de la circunferencia que los protege y les asegura la vida. Sin
embargo, en este diálogo poético (el rito), entra el poeta y en el círculo la
mente divaga en pos de la memoria, los recuerdos. Se ha dicho que el poemario
está permeado por el jazz y precisamente uno de los poemas más representativos
de esta colección se titula “Billie Holiday”, texto en el cual el instante
poético queda inmortalizado por la imagen. A partir de este recuerdo el poeta
incansablemente busca aferrarse al árbol frutal que en la infancia todo niño
circula y adora mientras canta la ronda, el crecimiento entre ambos ha sido
paralelo, la revelación ha sido única, el despertar busca y espera, la
revelación de su mundo, el juego del eterno regreso. Sin embargo, pasa el
tiempo, el despertar suele ser brusco, cuando el extraño fruto que el árbol al
niño le ofrece le aleja de su inocencia y le presenta su realidad tan
vulnerable, tan frágil.
En “Soy amo de lo que callo y
dueño de lo que escondo entre cadáveres”, el silencio es un elemento esencial
ya que es muy necesario para lograr una creación plena. De tal manera la clara
y justa desnudez de la palabra crea y se re/crea en sí misma y el poeta ofrece
el testimonio de su creación: “Me nace una mariposa entre los dedos,… / y
vuela, como un opúsculo del polvo / algún punto en la circunferencia…” y
también, cuando el poeta se extravía, enloquecidamente se reinventa en las
orillas, volviendo al jazz para volver al origen mientras tanto, frente al él,
desfilan Marilin, Nat King Cole, George Wallace, Louis Armstrong. Hay un
regreso a la inocencia y la imaginación se remonta a la vieja isla, aquella que
se repite una y otra vez como alguna vez lo escribiera el célebre cubano
Antonio Benítez-Rojo. De forma similar, Daniel Montoly regresa a repetir su
isla, para no perderse en el olvido; se aferra a la memoria, a la inocencia de
la infancia y como tal dedica algún poema a los limpiabotas de su infancia. Montoly
también lanza una injuria y amenaza a los cobardes en su poema “Días contados” donde
escribe que a ellos dejará caer todo el rigor de la palabra “Porque el dolor no
se olvida / una vez que penetra en el costado,”. Por eso los “mercaderes / entusiastas de la muerte”, los indigentes,
sabrán de él “cuando el día anochezca”. El ritual del círculo se torna
pronunciado y crítico, el despertar ha sido brusco y el poeta monta en cólera,
el eterno retorno parece imposible y la infancia, desconocida. El pasado –
canta el poeta – “es una forma ingrávida / de celebrar la incongruencia.”
El giro continúa, los versos se
vuelven más y más espontáneos, más experimentales. El poeta sugiere que se les
deje en paz, “que piensen que todo fue un hechizo arrastrado por el viento”.
Las danzas y rituales continúan y Montoly confiesa ser amo de lo que calla y
dueño de lo que esconde. Hay una regresión que más bien parecer ser la llegada
al punto inicial en La ritualidad del círculo. ¿Será acaso el eterno retorno?
Definitivamente hay una vuelta al inicio, un giro en la espiral y por eso en su
testamento, Montoly no quiere velámenes, ni flores. Desea morir para estar en
lo cierto, y ser la casualidad de sus coincidencias. Para que Isis – dice el
poeta - raje el velo de sus ojos. Para que el lector decida su instante en La ritualidad del círculo y sea
participe en la eterna antítesis, esa infinita circularidad que canta el poeta
en su intangibilidad y en su materia.
Dr. Juan Armando Rojas Joo
Ohio Wesleyan University
5 de mayo de 2008