Recordando a Mario Benedetti

Friday, October 04, 2024

COLECCIÓN DE TEXTOS EN PROSA

 



                                          CARTA PARA LUISA

 

Recogí el vuelo de las aves para con él escribirte esta carta, Luisa, como verás, sus letras volarán por tus ojos borrando crepúsculos tallados por la ausencia. Y he posible, que un escorpión resquebraje tu corazón cuando la leas, pero no olvides, que el amor y el dolor comparten mucho más, que esa amorosa cercanía fonética que los identifica. Son los hijos mellizos de la vida. Espero, que estas palabras no sean las estalactitas que se incrusten en tus pupilas, que los labios de la noche no las conviertan en tormentas de arena o, en astilleros de sal. Porque de ser así, estas manos no volverán jamás a hurgar en el estómago del abecedario, intentando dotar lo incomprensible con arcos iris. Me haré invisible jubilando el ímpetu que me caracteriza. Me desterraré a un islote en el océano del olvido, Luisa, hasta donde tu rechazo no pueda desenterrar las osamentas de mi nombre o, el día de mi cumpleaños. Recogí el vuelo de tantos pájaros, Luisa, y ahora en mis desaciertos, pretendo que voy a borrar el cielo de un plumazo.






                                  LA PERPENDICULARIDAD DEL HIELO

 

Un grito aterrador y penetrante alcanzó a tocar la cúspide del monte derritiendo la cúpula de nieve que lo coronaba. Un cuerpo momificado que estuvo sepultado debajo del hielo por siglos emergió hasta la superficie. El sol y el extraño se miraron por primera vez a los ojos y, el hombre empezó a romper la envoltura del sueño, lentamente, como mariposa que deja atrás su metamorfosis. Las pupilas las tenía distendidas, aunque cansadas, mas aún así parecía decidido a enfrentar la historia, nuevamente, tal vez con mejor suerte que la última vez que lo hizo. Recordó la sensación del hacha penetrando en el cráneo o, cómo sus ojos fueron apagándose con la imagen de su verdugo grabada en ellos. Su presencia estuvo con él por todo ese tiempo que estuvo enterrado debajo de distintas capas de hielo. Y ahora, estaba preparado para volver a sellar la cripta de su destino con sangre, porque si la suerte existe, existe para el vencedor.



                                  EL DÍA DE LAS ARAÑAS

 

Las arañas izaron sus banderas esa mañana; todo estaba tan oscuro, al punto, que yo no lograba distinguir las puntas de mis pies. Tomé una mochila eché en ella todo el presente que pude para salvaguardar el futuro protegiéndolo de posibles polillas. Y nunca más volví la cara hacia atrás. Caminé día y noche hasta llegar a ese lugar soñado por mis ancestros. Lugar, en donde dos cascadas se juntan como las trenzas de una niña adolescente. Y allí deposité mi corazón debajo del tronco de un árbol que nunca envejece cuyas hojas miran al extraño con ternura. Entonces, el sol emergió de su silencio y las arañas que antes vi se escurrieron por las hendiduras de los vocablos del tiempo hasta no ser más que, las cenizas del asombro. 




                                 DIARIO DE UN TRANSEÚNTE

 

En mi soledad, me reconforto con los labios entreabiertos de los libros que me besan cuando creen que estoy solo también con las obras de arte que alimentan el hambre de belleza que algunas veces azota mi espíritu en medio de la noche desierta, pero la vida rara vez se da por satisfecha. Es por eso que, que dejo la casa algunos domingos y con una mochila al hombro abordo el primer autobús que se me cruce por delante sin tener un plan concreto. Me dejo guiar por la espontaneidad del instinto, como pájaro que se fía a la mansedumbre del viento primaveral. En mi soledad, me reconforto encontrando pedazos de vida enganchados en los ojos de las multitudes.


Daniel Montoly ©





Daniel Montoly (Montecristi, República Dominicana, 1968) estudiante de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Fue finalista en el concurso de poesía Latin Poets for Humanity, ganador del concurso de poesía de la revista Niedenrgasse y del "Editor's Choice Award" de The Internacional Poets Society. Ha publicado en el Primer Volumen de Colección Sensibilidades (España, Alternativa Editorial), Maestros desconocidos de la poesía contemporánea hispanoamericana (USA, Ediciones El Salvaje Refinado), Antología de jóvenes poetas latinoamericanos (Uruguay, Abrace Editores) y en Jóvenes poetas cantan a la paz (Sydney, Australia, Casa Latinoamericana). El Verbo Decenrrejado (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile) Antología de Nueva Poesía Hispanoamericana (Editorial Lord Byron, Lima, Perú) y en la antología norteamericana: A Generation Defining Itself- In Our Onw Words (AMW Enterprises, North Carolina). Tiene dos poemarios publicados hasta ahora: Ritualidad del Círculo y Tránsito del agua. Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués, ingles, catalán, rumano y alemán. Colabora activamente con diversas publicaciones literarias y dirige el blog literario: El Wrong Side, dedicado a la difusión de la literatura hispanoamericana.





Tuesday, October 01, 2024

ESTE CUERPO

 



ESTE CUERPO

Este cuerpo
que ahora desnudo y frío
depósito
en tus manos.
Este que
alguna vez
heredé de los peces.
Este que
se entregará
a ser nido
de los pájaros
que cantan
al amanecer
siguiendo
los cuatro principios
dictados
por los vientos
cuando soplaban
con el corazón
como
despertando de júbilo
en su baúl;
quebrantos
de cosmonauta.
Este cuerpo
al cual tus labios
horadaran
como han de horadar
los gusanos
los manantiales
nocturnos.
Este cuerpo
que se confunde
con el tuyo
te lo ofrezco
para que sea en tu boca
la sílaba de tu voz:
el canto del ruiseñor
que no perece.


Daniel Montoly 




Friday, January 22, 2016

La ritualidad del círculo de Daniel Montoly






La ritualidad del círculo de Daniel Montoly

“I’m beat (right down) to my socks”
FATS DOMINO

La ritualidad del círculo del dominicano Daniel Montoly participa de una asociación de conceptos símiles por contraste, una antítesis. Desde su inicio, mejor dicho, en su inicial y circular continuidad, esta combinación materializa dos nociones que, como propone el poeta, pesan y duelen tanto sobre el ser humano en su intangibilidad y en su materia: el alma y el cuerpo. Ya desde la primera sección del poemario “La obesidad de tu dolor y el esqueleto de tu alma” la pesadumbre se desborda, asfixiantemente cae, y buscando una salida acierta en la memoria. La segunda sustancia, el alma, aunque etérea, igual siente dolor. El poeta le ofrece un cuerpo, un esqueleto, otorgándole existir en este mundo material, más aún, humaniza y baja a un estado terrenal la esencia que, por desconocida, llamamos alma. Entre golpe y golpe (between beats) La ritualidad del círculo se va re/creando como una composición musical de jazz, donde los recuerdos que surgen de la vida misma logran un homenaje tipo beatnick. Estos golpes que brotan en la fuente del ingenio de Montoly se manifiestan como un contrapunteo, donde cada palabra, cada verso, finalmente encuentran su lugar en la composición poética.
A través de La ritualidad del círculo hay un desarrollo que se lee y escucha en movimientos acompasados y poli-rítmicos. Estos a su vez, al forjar los versos - el canto -, intentan la re-creación y recuperación en la reminiscencia, o bien, anhelan el retorno al feliz y eterno instante que se fijó durante la niñez y que en el poeta aún sigue vigente en la memoria. El primer poema abre con un epígrafe de Norge Espinosa, poeta cubano del grupo de escritores que aparece a finales de los ochenta en medio de un socialismo utópico y cuyo elemento definitorio también parte de la memoria. Montoly escoge el verso “Que no caiga sobre mi tanta limosna” de Espinosa para iniciar y continuar la propuesta poética, cuya circularidad se expresa a modo del ritual de lo habitual. “Mimetismo” abre el canto e invita al lector a explorar -porque el poeta así lo ha decidido,- en el pretérito y el imperfecto de sus experiencias, mejor dicho, de su memoria:
Recuerdo aquel cuadro en el museo
Aquella tarde lluviosa…
Aquella escena renacentista,
aquellos labios
salvados del holocausto del tiempo

Un texto con dirección anafórica sumerge al lector en el universo de los recuerdos. Después del recorrido, a la salida del trance, el lector queda engarzado en un mundo mimético; en la cíclica, instantánea y seductora, ritualidad del círculo. A partir del segundo poema el lector se interna en los recuerdos y éstos se presentan como alucinaciones de nocturna y camuflajeada estirpe. El poemario sigue hasta abordar “Inconfesiones íntimas”, texto en donde el poeta destapa la inmaculada obesidad de su dolor y el esqueleto de su alma. Dicho de otro modo, se da la imposible búsqueda por un eterno retorno a ese instante en que la vida parecía tener sentido, la lejana felicidad, tema que Milan Kundera ya explorara en La insoportable levedad del ser. Así como el recuerdo sucede en un instante, o bien, en una serie de únicos momentos que se definen y defienden, la vida para Montoly pareciera ser, a veces, como dioses que saben morir y a veces “como aves de alucinadas noches”.
Se ha dicho que en la poética de Montoly, además del retorno imposible, el juego de la memoria se vuelve tan perceptible, ya sea como el elemento presente y vivo a través del poemario o como el lejano e imperceptible pasado que el canto intenta recuperar. Sin embargo también aparece la duda existencial, el sin fin temático en las relaciones humanas, la vida cotidiana, permeada por el aparente sentido trascendental de la existencia en la modernidad. El poeta se siente influido grandemente por el espíritu de su/s época/s, por el estado de ánimo colectivo, el desencanto sosegado que ya Sastre y Camus desenvolvieran. Pero esta es otra época, otro espíritu, otro tiempo y, como si fuera una obra teatral, se abre el telón a la memoria: Montoly recuerda y compara, añade conflictos, el poeta pisa el campo de juego, en éste afloran las emociones y las pasiones, la línea divisoria entre la vida y la muerte. En el transcurso del partido (la representación), el árbitro imposibilita el eterno retorno, por lo tanto, finaliza el partido en la hoguera del sexo, lugar donde el poeta arde, se beatifica –según canta- y como toda materia, se transforma; en alucinaciones que son presagios, que son sueños, que son diálogos de humo.
            Con ese mismo tono  -ya logrado -, el de los recuerdos (también) y a través del sueño, se desenvuelve la palabra en el poemario. Las visiones se hacen presentes, en secreto viajan las visiones antes del espectáculo, antes de hacerse vigentes en un espontáneo y más arduo resurgir. De la fuente poética brotan las imágenes, limpias, ahí donde la lluvia tibia va cubriendo de humedad las piedras. En otras ocasiones parece haber un tono mordaz, una venganza, en la cual la palabra crece y ofrece poder y las in/confesiones íntimas llegan a ser una plena expresión y extorsión del deseo. Por lo tanto cierto erotismo y enamoramiento se dibuja en los versos, como se aprecia “En una mesa” poema donde las miradas fueron baúles “en donde floreció mi adolescencia, - dice el poeta - azuzada por el calor de sus senos.”
El (auto)exilio acompaña al poeta día y noche, no solamente trae consigo la movilidad física, la mudanza, la pérdida de una realidad, sino que también se abre al hallazgo de otra/s. La transformación mental sucede a través del tiempo, quizás fantasmal para quien no lo experimenta, pero quien si la sufre no puede evitar la influencia de la nueva realidad; sin olvidar del todo… aquella otra. En este proceso de ajuste, emociones y sentimientos múltiples brotan dentro del ser: recuerdo, amor, ira, odio, venganza, deseos, templanza… Por eso el tinte puede incluso parecer prosaico e incluso de tono cercano a la protesta. El matiz crítico, bajo la influencia de su nueva vida en los Estados Unidos, se desarrolla como parte de su observación, la contemplación, el recorrido diario por las calles y el deseo de expresarse. Por eso el amor, la sensualidad y el erotismo también son elementos importantes en este poemario, porque muestran que Montoly vive: sufre y ama, e incluso puede morir/se en vida. Como se ha hecho referencia anteriormente, La ritualidad del círculo pareciera compartir el desencanto existencialista y sin embargo deja ver una conciencia política, una activismo pacifista. Un ejemplo de lo dicho se aprecia en “Macromedia”, donde las ciudades y los pueblos del norte se transforman llenándose de lotes, donde los “héroes muertos” se vuelven títeres-fantasmas, manipulados por el poder de la mentira.
Naufraga el poeta y sin embargo continúa en espera de un Yo místico que surja del caos y lo rescate de la desilusión y el miedo. Daniel Montoly ha sido fuerte, creativo, persistente, ha logrado dar forma – con sus manos – a la rosa que Huidobro proponía, una que en este caso ha sido “capaz de cantar con su silencio.”… y florecer en el deseo. Existir es la propuesta, prevalecer a través de los sueños, en los dibujos de la niñez y en los elementos sensuales. Existir incluso en la pérdida y desilusión por estar conciente que todo acontecimiento natural, que antes causaba asombro e invitaba a la imaginación del niño al vuelo, “…Murió / ahogado, al caer de brusco / a la intensidad / de un desolador paisaje.” Así lo expresa Montoly, el poeta (auto)exiliado que no se acostumbra a la idea de pensarse allí… ¡aquí!
Ese sentir conduce a los poemas, pero… ¿Qué es un poema? Para Montoly una de las posibles respuestas la ofrece en “Labios de oscuridad” cuyo inicio expresa que “Un poema es un pedazo de luz / en la inexorable oscuridad.” A partir de este instante La ritualidad del círculo es un perseverante vuelo, es decir, empiezan a cruzarse en las palabras pájaros crepusculares de ineludible voz, pájaros “que vuelan / entre las ramas de los árboles” y que, como los recuerdos, caen del árbol como frutos y ya a nadie apetecen. También los hay kamikaze, como palabras mortales, y los hay secuestradores de memoria. En este nuevo libro de Daniel Montoly las aves juegan un rol decisivo, ya que de alguna manera impulsan y dirigen – en su viaje o migración – la imagen del poema (todo vuelo se traza sobre un mapa imaginario), de tal manera hay aves que, como el poeta mismo, traspasan las barreras de la normalidad y la cotidianidad como en el poema “Viuda” en el cual unas gaviotas nocturnas matizan la memoria.
En La ritualidad del círculo los elementos se eternizan, se yerguen inmortales, espacio y tiempo se entrelazan a raíz de la palabra (esa perpetua luz), existen en la unidad de la circunferencia que los protege y les asegura la vida. Sin embargo, en este diálogo poético (el rito), entra el poeta y en el círculo la mente divaga en pos de la memoria, los recuerdos. Se ha dicho que el poemario está permeado por el jazz y precisamente uno de los poemas más representativos de esta colección se titula “Billie Holiday”, texto en el cual el instante poético queda inmortalizado por la imagen. A partir de este recuerdo el poeta incansablemente busca aferrarse al árbol frutal que en la infancia todo niño circula y adora mientras canta la ronda, el crecimiento entre ambos ha sido paralelo, la revelación ha sido única, el despertar busca y espera, la revelación de su mundo, el juego del eterno regreso. Sin embargo, pasa el tiempo, el despertar suele ser brusco, cuando el extraño fruto que el árbol al niño le ofrece le aleja de su inocencia y le presenta su realidad tan vulnerable, tan frágil.
En “Soy amo de lo que callo y dueño de lo que escondo entre cadáveres”, el silencio es un elemento esencial ya que es muy necesario para lograr una creación plena. De tal manera la clara y justa desnudez de la palabra crea y se re/crea en sí misma y el poeta ofrece el testimonio de su creación: “Me nace una mariposa entre los dedos,… / y vuela, como un opúsculo del polvo / algún punto en la circunferencia…” y también, cuando el poeta se extravía, enloquecidamente se reinventa en las orillas, volviendo al jazz para volver al origen mientras tanto, frente al él, desfilan Marilin, Nat King Cole, George Wallace, Louis Armstrong. Hay un regreso a la inocencia y la imaginación se remonta a la vieja isla, aquella que se repite una y otra vez como alguna vez lo escribiera el célebre cubano Antonio Benítez-Rojo. De forma similar, Daniel Montoly regresa a repetir su isla, para no perderse en el olvido; se aferra a la memoria, a la inocencia de la infancia y como tal dedica algún poema a los limpiabotas de su infancia. Montoly también lanza una injuria y amenaza a los cobardes en su poema “Días contados” donde escribe que a ellos dejará caer todo el rigor de la palabra “Porque el dolor no se olvida / una vez que penetra en el costado,”. Por eso los “mercaderes /  entusiastas de la muerte”, los indigentes, sabrán de él “cuando el día anochezca”. El ritual del círculo se torna pronunciado y crítico, el despertar ha sido brusco y el poeta monta en cólera, el eterno retorno parece imposible y la infancia, desconocida. El pasado – canta el poeta – “es una forma ingrávida / de celebrar la incongruencia.”
El giro continúa, los versos se vuelven más y más espontáneos, más experimentales. El poeta sugiere que se les deje en paz, “que piensen que todo fue un hechizo arrastrado por el viento”. Las danzas y rituales continúan y Montoly confiesa ser amo de lo que calla y dueño de lo que esconde. Hay una regresión que más bien parecer ser la llegada al punto inicial en La ritualidad del círculo. ¿Será acaso el eterno retorno? Definitivamente hay una vuelta al inicio, un giro en la espiral y por eso en su testamento, Montoly no quiere velámenes, ni flores. Desea morir para estar en lo cierto, y ser la casualidad de sus coincidencias. Para que Isis – dice el poeta - raje el velo de sus ojos. Para que el lector decida su instante en La ritualidad del círculo y sea participe en la eterna antítesis, esa infinita circularidad que canta el poeta en su intangibilidad y en su materia.

Dr. Juan Armando Rojas Joo
Ohio Wesleyan University
5 de mayo de 2008

Friday, January 08, 2016

UN POEMA CHAUVINISTA





UN POEMA CHAUVINISTA


Un poema
tiene que ser
la síntesis muscular
de un brazo
saludable y fuerte
según la tesis
de un poeta
futurista
italiano;
o la fuerza
que atraiga,
al centro
del ojo
magnético,
la discordia
de todas
las multitudes
de curiosos
personajes
enloquecidos
y otras raras
especies, o
el circo
en donde éstos
puedan
enfrentarse
a puñetazos
adentro
del poema,
o que, al menos,
este sea capaz
de anunciar
la buena
vieja
de lo nuevo,
poniéndole
un rostro
a su autor
en el camino,
creando
a su alrededor
una aura
de misántropo
y misterioso,
porque, aunque
no lo creas,
eso pega bien
con las mujeres
divorciadas
y con las viudas.
 










EL POETA MALDITO


Los otros poetas
eluden pronunciarse
sobre tus desmadres
poéticos, quizá
no quieren
darte duro
por los testículos
hiriendo
la omnipotencia
de tu ego
de poeta maldito,
y vas por ahí
como buque
de guerras próximas.

Maldices,
condenas
el estado actual
de la poesía
con ínfulas
de gran crítico,
pero la inocultable
deficiencia
de tu léxico
delata,
en tu pobreza,
a tus lecturas:
Ezra Pound,
Borges, Neruda
o “Las tierras
baldías”
de T. S. Eliot.

Fueron sólo la hiedra
en las paredes
que se ramifican
en la mirada
arañosa
de los libreros
de tu cuarto…
y ¿La Dickinson?
¿La virgencita
provinciana
de Nueva
Inglaterra? Ah, pero,
qué carajo
importa, porque
te llevas
mucho mejor
con los pobres
poetas negros
que temían
al diablo
y hablar de árboles
y noches, pero
bailaban blues y jazz
como poseídos
por espíritus
nocturnos. Esos
son los cuervos
que se comen
tu insomnio,
esas son las aves grises
¡de tu especie!






Déjenlo soñar
 
Déjenlo soñar y vivir 
tranquilo
con “los corotos”
volándole
como pájaros
en la cabeza.
 
¡Por favor!
 
No lo amenacen
con romperle
la cara, 
la puerta
o el corazón
a pedradas.
 
Ese hombre,
esa mujer,
recorre
cada noche
el Éxodo
con las baquetas
encima
escuchando
la miseria
de su tambor
decir 
que, un ojo 
y una perla
son la misma
cosa y que 
una piedra
es un trozo
de orín divino.
 
Señor Usted
carcelero,
burócrata
del sufrimiento
crítico,
cuello estirado
de buitre
inteligente,
profesores
y académicos
de pachos
en el culo,
déjenlo soñar
tranquilo.
 
Mastica
sin dentadura
el caviar
de sus muertos,
como también
sus vivos,
saboreando,
libando
ajenjo 
poético
con los vasos 
de los dedos.
 
¡Por favor!
 
Déjenlo crear
y vivir
en su paraíso
de papeles
y voces.
 
Después, 
no se preocupen,
si quieren
pueden 
llamarle cabrón
  o loco. 
 
Daniel Montoly© 
 
Obras del artista congolés, Chéri Samba.