Recordando a Mario Benedetti

Monday, February 21, 2011

Sobre Lezama:
Un saludo mañanero: «Casa de las Américas» 261



Palabras de Margarita Mateo en la presentación ―este martes 15 de febrero en la Feria del Libro― del número 261 de la revista Casa de las Américas, dedicada al centenario de José Lezama Lima



por Margarita Mateo Palmer


En su larga vida de más de cinco décadas, la revista Casa, cuyo primer ejemplar vio la luz a mediados de 1960, ha tenido momentos de particular esplendor, en los cuales, ya a través de los editoriales que reflejan una definición ante hechos fundamentales de nuestra América o rindiendo homenaje a figuras cimeras de su cultura, ha contribuido al propósito de ir “construyendo sagazmente nuestra casa en el presente”, como anunció en sus páginas iniciales.

Recuerdo con mucha nitidez aquel voluminoso número dedicado a la conmemoración de los diez años de la revista, donde aparecían textos antológicos del quehacer intelectual latinoamericano, o las entregas dedicadas a la literatura caribeña de habla inglesa, la poesía nueva, o a la figura de Julio Cortázar.

Entre las ediciones que marcan algunos hitos especiales en la trayectoria de la revista habría que incluir, desde ahora, esta entrega, que constituye un homenaje a Lezama Lima. El maestro de Trocadero, que también viera su poesía y algunos de sus más importantes ensayos publicados en Casa de las Américas y que laboró en esta institución durante los años finales de su vida, recibe ahora, en el centenario de su natalicio, el reconocimiento de admiradores y estudiosos de su obra.

Lezama en la memoria

En brevísimas palabras ―dirigidas no, como otros textos suyos, al estudio de la obra del poeta, sino a recuperar algunos recuerdos de la “persona inolvidable” que fue Lezama Lima―, evoca Fina García Marruz al amigo que a través de humoradas, ironías ―finezas de una amistad entrañable―, solía llamarla muy temprano para celebrar el santo común, San José, en un juego convertido a través de los años en ritual. Los recuerdos, sin embargo, como suele suceder entre poetas, traicionan los propósitos iniciales de la autora de Visitaciones: la poesía se impone inevitablemente, convirtiendo las remembranzas en evocación de sus versos preferidos de Lezama, quizá la mejor manera de convocar su presencia.

Desde la perspectiva del estudiante de bachillerato que fue Ciro Bianchi Ross cuando María Luisa Bautista era su profesora de literatura en el Instituto de la Víbora, comienzan a engarzarse los recuerdos de sus primeros acercamientos a la leyenda y la obra lezamianas. Anécdotas, hábitos de escritura, conversaciones, chistes, impresiones de sus charlas públicas desde el punto de vista del espectador son recreadas a través del recuento de una larga amistad.

“Últimos días de Lezama”, narrados con clínica exactitud y amoroso cuidado por el poeta y médico personal del maestro, José Luis Moreno del Toro, constituye un estremecedor testimonio de los diversos rostros que mostró la enfermedad final, pese al celo de sus amigos. La resistencia a ir al hospital, al ser finalmente vencida, aún debió superar el obstáculo de las estrechas dimensiones de la casa de Trocadero, que obligaron a una forzosa salida por la ventana. Si Ricardo Piglia encontró un poderoso símbolo en el ataúd de Roberto Arlt suspendido por una grúa sobre la ciudad de Buenos Aires, la camilla con el cuerpo enfermo de Lezama saliendo por el ventanal de su casa, sostenida por la vecinería barriotera de Centro Habana, se me antoja símbolo de la criolla esencialidad de su figura.

Lezama en su narrativa

La catedrática de la Universidad de Salamanca, Carmen Ruiz Barrionuevo lleva a cabo un detenido acercamiento a las claves narrativas del primer capítulo de Paradiso y esclarece algunos de los momentos iniciales significativos que irradian su sentido sobre el resto del texto. También el primer capítulo de Paradiso es sometido a una acuciosa lectura por Juan Duchesne, quien, a partir de interesantes consideraciones sobre la identidad como juego de enmascaramientos, advierte un desvío de “las alegorías usuales de la nación, la identidad y la historia” en la narrativa lezamiana.

La imagen femenina en la novelística de Lezama es el tema que ocupa a Benito Pelegrín. En un rastreo que va desde las figuras maternales hasta mitos negativos como el de la vampiresa, la mujer serpiente o la vagina dentada, el ensayista aborda distintas aristas de la configuración de lo femenino, tema que resulta altamente incitante desde la perspectiva de los estudios de género.

El verso lezamiano

Presente de un modo u otro en la mayoría de los ensayos que conforman esta revista, la poesía de Lezama va iluminando otras zonas de su extensa obra. En su “Aproximaciones a la poesía de José Lezama Lima”, Nancy Morejón se acerca de un modo muy particular a la escritura del poeta en un sentido ensayo donde se entremezclan sus experiencias directas de lectura y el conocimiento de su obra con opiniones sobre la evolución de su poesía o sus vínculos con otros grandes poetas del siglo XX.

Dime qué lees y te diré quién eres

El Lezama lector, en íntimo o público diálogo con la obra de otros autores, es uno de los ejes temáticos más interesantes de este número homenaje. Acercarse a un escritor a través de sus lecturas implica una labor de rastreo, dedicada búsqueda que permita reconstruir sus opiniones. Es lo que hace Luisa Campuzano con paciencia arqueológica, revisando cartas inéditas, manuscritos, apuntes, diarios y, sobre todo, las bibliotecas de Lezama y Carpentier para reconstruir las opiniones del autor de Muerte de Narciso sobre la obra carpenteriana y develar aristas poco conocidas de la amistad y mutua admiración de estos dos maestros del siglo XX cubano, contrapuestos o enfrentados por la crítica en más de una ocasión.

El diálogo de Lezama con la poesía, a través de sucesivas e infatigables lecturas, es comentado por dos estudiosos españoles, Álvaro Salvador y Ángel Esteban, quienes consideran la Antología de la poesía cubana publicada por Lezama en 1965 como un libro “que sobrepasa con mucho la simple labor de compilación” para convertirse en “una obra más de maestro”. (120)

A través de la pasión por la poesía y la filosofía helénicas compartida por Lezama y María Zambrano, estudia Allan West-Durán el sostenido diálogo epistolar de estos autores. Esta conversación, que incluye los comentarios sobre sus respectivas obras ―Analecta del reloj, El hombre y lo divino― se extiende a un contrapunteo entre las deidades griegas, Orfeo y Antígona, celebradas por ellos.

“¿Estamos los dos locos? ¿Por dónde saco la cabeza para respirar, frenético de ahogo, después de esta profunda natación de seiscientas diecisiete páginas, Paradiso?”, se preguntó sorprendido Julio Cortázar después de su profunda zambullida en la novela de Lezama Lima. Ahora, el puertorriqueño César Salgado analizará con detenimiento las diferentes lecturas de Rayuela realizadas por el autor de Paradiso: la primera, en la conocida mesa redonda celebrada en 1963, cuando Lezama se mostró escéptico ante su importancia; la segunda, en su fabuloso “ensayete”, como él mismo le llamó, en el que la Maga y no Morelli se convierte en centro de su interés.

Lezama y la cultura

Como una deuda pendiente desde 1967, cuando pensó en Ensayo de otro mundo, revisitar la obra de Lezama desde una perspectiva diferente ―aquella que partía de la conciencia del tercer mundo y que pocos años después desembocó en la escritura de un ensayo fundamental de la literatura latinoamericana: Caliban―, se acerca Roberto Fernández Retamar a la obra del maestro de Trocadero, para develar los rasgos calibanescos de su pensamiento cultural. La libertad creadora en la apropiación de las grandes culturas, su apetito devorador, la parodia, son algunos de los rasgos que iluminan este estudio en el que parece asistirse a la degustación de la obertura palatal que conduce al horno transmutativo, “estómago del conocimiento”, donde se digiere y asimila lo leído.

A partir del análisis de algunas aristas de su sistema poético y su teoría de la cultura, en la que lo mítico predomina sobre lo factual, estudia Emilio Bejel la relación entre los propósitos estéticos e ideológicos del Lezama y la ficcionalización de su obra a partir de los 90. El leitmotiv del almuerzo lezamiano en los filmes Fresa y chocolate y Lista de espera es uno de los tópicos de su interés.

En un acucioso análisis del ensayo “Paralelos: la pintura y la poesía en Cuba en los siglos XVIII y XIX”, Roberto Méndez advierte “la propuesta de un método para configurar la cultura cubana desde sus orígenes, como la «era imaginaria» que da cima a sus sistemas y explica el ser íntimo nacional”. La sustitución de las pérdidas a través de la imagen halla su cabal expresión en la pintura de Juana Borrero supliendo el vacío de la página arrancada del Diario martiano.

Como un modelo para pensar la cultura latinoamericana en su siempre problemática relación entre el aquí y el allá, se acerca Julio Ortega a la obra lezamiana, poniendo énfasis en la capacidad creativa de reapropiación de las grandes culturas para construir mundos propios. El diálogo creador con el resto del mundo constituye una de las cifras más notables del empeño del autor cubano por pensar y asimilar la cultura.

Con óleos de Jorge Arche y Mariano Rodríguez, así como con la conocida caricatura de Juan David, y fotos y dibujos de Lezama, está ilustrada la revista que en su visualidad también constituye un homenaje y un intento de fijar en la memoria la imagen del poeta.

Lezama, que pasó la mayor parte de su vida, como él mismo afirmó, “uncido a revistas”, recordó en una ocasión cómo “era una maravilla oler los ejemplares frescos, dejarse envolver por el aroma a pan que tiene la tinta, a trigo fresco, a saludo de la mañana”. Como una jubilosa salutación mañanera, frescura de los buenos días vividos por el poeta, seguramente comenzará a circular también este número tan especial de Casa.


Tomado de La Ventana

Monday, February 14, 2011



Amedeo Modigliani



Canción del amor apócrifo

Quiero besarte como impetuoso rocío
en la madrugada de tu sequía,
bañando tu cuerpo prohibido
con el sudor de mi boca.
Quiero besarte, saboreando el lapso
que encubre esos malditos ojos
hurgando siempre en mi anonimato
para quemarme en su hoguera.
Quiero besarte tan sólo para saber
que somos dos ángeles, seducidos
por el aura del infierno. Tan solos,
tan desnudos, que nuestro pecado
a Dios ya no le importa.


Daniel Montoly©



Amedeo Modigliani


Canción animal

Me encuentro contigo, Centauro,
buscando sacar de mí
el animal que llevo oculto.
Tan de mí son tus deseos,
que a veces confundo mi cuerpo
con tus voraces apetitos
al observar tal exuberancia
desplazarse ante mis ojos.
Quisiera arrancarme la piel
que me transforma en bestia.
Pero no es la piel, es mi instinto
el que me guía hacia el ocaso.
Me encuentro contigo, Centauro
rogando no conocerme, odiando
ese otro yo que tanto amo.

Daniel Montoly©



Lecciones sin primicias

Para Anne Sexton

Fueron tantas las provocaciones y emboscadas del amor,
que al cicatrizar, las heridas
me inmunizaron en contra del suicidio.
Ahora, cuando escucho en la oscuridad
su voz atormentarme, me alejo de mí.
Salgo de viaje a una nación lejana
en donde todos odian.
Acampo en cualquier bosque.
Como soy extraño, todos temen acercárseme,
porque los forasteros
jamás traen buenas noticias.
Tampoco son merecedores de consuelo.

Daniel Montoly©



Amedeo Modigliani


EN LA CORTEZA

Llegas para verme barriendo como un loco, los malos días que el tiempo deshizo con sus manos duras, pero nunca supimos tenernos el uno al otro, porque la risa del azar, se apoderó de nuestras bocas.

Somos dos expatriados. Tú con ese tenor de río, que desconoce cuántas piedras viven en su cuerpo, pero que se siente libre, aunque las lleve a perpetuidad en su cause. Y yo, que nunca tuve destino, o al menos, jamás pensé llegar a este momento y ver, pájaros saliéndome por los ojos.

Mis manos. Tus manos suspendidas con ese olor a tierra arrasada por la lluvia, buscan los pequeños rastros de algún tesoro, pero ¿para qué te servirá la riqueza, si la aurora nació contigo? ¿Puedes tú escapar a ese nombre que te dieron las cosas? ¿Puedo yo reír, y recordar la infancia, sin que una lágrima rompa el equilibrio?

Veo que has venido. Pero la corteza del árbol ya no le teme a nuestros nombres. Tampoco a la navaja, que antes se sumergiera en ella. Ahora somos dos rostros bajo un mismo paraguas, sólo que la lluvia, aún no llega a preguntarle al cielo por la humedad a nuestras sombras.

Daniel Montoly©