Recordando a Mario Benedetti

Thursday, June 23, 2011


ANTOLOGÍA BREVE









Los jueves se redactan sin azúcar

Nadie encuentra su medida
entre alfabetos
de ademán azucarado,
con blusas húmedas.
El alcance salta,
toma el momento del cuello:
Sexo grato, grato sexo.
Rebaja de carne y huesos
musical. Sin rodeos
de apetito
se pronostican, torrenciales
asaltos inmorales.
Los números redactan memorias
de agonía en Broadway,
con bailarines.
Un tsunami de pulpos amarillos
oscurece las avenidas
con humos enfermos.
Se enrarece el panorama.
Hay temporal.
Suenan las nubes,
bajan las faldas a las aceras.
Grillos de látex
estornudan en los penes,
y las palomas danzan
en las cornisas de San Patricio.
El hijo sagrado,
estigmatiza cristales de colores.
Ventila dudas de trébol,
con escapularios rojos y amarillos.
Es jueves.
Noche de subway.
Vagón,
muerte con graffiti.
Los ortodoxos garabatos, entintan pudores
de negros gigantes,
en las horas dormidas.





"Le Bilboquet"


A Boris Vian

Me duele aquí... en el alma misma,
en ella traigo sus gritos negros
con labios de trompeta
con nudillos de hierro sonoro
como truenos zigzagueantes.
¡Bañad mi espíritu
con la sacra iniciación!
¡daros a beber del agua de su música!
¡Desnudad mi piel
de cuanto me sobra
para ser de ustedes!
¡Ungidme con sus dolores!
Calzad mis huellas con sus misterios.
Dadme un nuevo nombre
para ser alegre
sintiendo los días, como noches
tras los blancos cortinajes
del crepúsculo.
Que al morir, las notas del Jazz
escupan mi tumba.
¡Bailad sobre mis huesos tibios!
¡Sacad lo mejor de mí,
y arrojadlo al río Mississippi
para que mañana nazcan
de mi ser, las partituras,
y sean mis cenizas, continuidad
de la alegría!
¡Bailad! ¡bailad todas las noches,
que el Jazz, se ha hecho mi destino.
¿Y el cielo?... !Oh el cielo!
Ahora piso el cielo
en Saint-Germain-des-Pré.



New York en horas inversas

Las vidriosas penínsulas rehacen
sonrisas presurosas.
Las horas
se acalambran;
abrazan un argumento salarial
por culpa de la dictadura
de las máquinas
y los testículos bursátiles.
Se advierten ríos de brazos,
gritos, espantos,
perros, cachiporras,
dirimiendo el conflicto a sangre
y fuego.
Los ardores del atardecer
van tragándose los golpes,
mientras sombrías coordenadas
de ojos emigrantes exhalan.
Bajan los ánimos urbanos.
Pasa el metro, y los semáforos
proscriben los rasgos étnicos.
La vigilia. Los segundos
interceden,
azulan los escombros.
Un recuerdo...
siento el olor a agua humana
reprochármelo.
El río Hudson
habla sólo de sus próstatas.
Siento un grito de dolor
sacudirse las horas,
asombran las muertes en parajes
ínter textuales de media luna.
Discurren garabatos
analgésicos
al museo, con flashes escabrosos.
Es domingo...
La ciudad duerme,
sin sus dos implantes
en las nubes.




En el mar de dos aguas

La misantropía augura rituales,
acecha con cuerpo de cemento
tras zumos de hálitos.
Lloran vidriosas
las aceras, vestidas de blanco
con velos del Shabat
rezan las oraciones del invierno
en el candelabro terroso
de dos brazos golpeados.
La sábana azul acuna un alacrán
en el duodeno celeste;
la osa refulgente
juega con trazos de geometría
a las escondidas del ojo.
“No parking”
dicen desnudos de entusiasmo
los letreros polares
adosados a culebras paganas.
Los delirios mecánicos
hilan madejas transparentes:
Ofrendas al Cíclope
que corroe a los hijos de Abraham.
Es viernes, después de las siete
Brooklyn duerme
con levita, salsa y mambo
detrás de los escaparates ruidosos.
Una guitarra llora añoranzas,
frotándose los dedos
con granos de humo infinito,
mientras buzos asombrados
la observan tatuarle una rosa al eco
sin sangre, sin tinta, en la copa
de sombreros ortodoxos.



La captura de Sam

Las irreconocibles huellas de la nieve negra
sobre la avalancha,
se fueron haciendo palpables
con ojos fríos: Cenizas de sed
y olvido.
Las puertas saludaron el precipicio
con sus manos arrugadas:
Se aguaron los ojos del espejo.
Una mirada era una lápida;
la calma quedó grabada
en los dibujos policiales.
Las bocas
miraron en las horas espantosas.
Había soledad, temor y miedo
a la noche, colgando de cada diente.
Sonó una carcajada ácida.
Fueron cayendo hojas de pólvora
de los árboles urbanos.
Crecieron pétalos de paraísos
inversos en las avenidas drogadictas.
La nieve vino a regirse por ataúdes.
Quizá su pasión, su afán de yugos,
fue parte del macabro juego
en la rotación titular del día,
hubo un golpe. Silencio. Un hallazgo
de éxtasis, en horas obscenas para cadáveres.




Ginger cookies Town

La luz se exilia sin esperar el cortejo del invierno.
La noche es de coitos interrumpidos
con avenidas largas
como sombras secas:
Granjas de caos y violencia
habitadas por faquires urbanos
que se embrujan con humo de cannabis
y guirnaldas de jeringas
incrustadas en las apariencias
de sus brazos, como tatuajes del vicio.
Son los yonkies que se fuman el olvido
en sus pipas psicodélicas.
Oscuros gnomos que practican
incestos cotidianos con la muerte,
probando sexo en rebanadas
de mortíferas porciones lechosas,
que dejan su vida enganchada
a la más promiscua locura.
Desnudos aún de saber que sufren,
deambulan...deambulan en los vertederos
con la fuerte carga
que significa vivir esas angustias.


©Daniel Montoly

Todos los poemas seleccionados en esta muestra pertenecen al libro: 

Tránsito del agua
(Editorial Taller del poeta, Potevedra, España)

Daniel Montoly (Montecristi, República Dominicana, 1968) estudiante de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Fue finalista en el concurso de poesía Latin Poets for Humanity, ganador del concurso de poesía de la revista Niedenrgasse y del "Editor's Choice Award" de The Internacional Poets Society. Ha publicado en el Primer Volumen de Colección Sensibilidades (España, Alternativa Editorial), Maestros desconocidos de la poesía contemporánea hispanoamericana (USA, Ediciones El Salvaje Refinado), Antología de jóvenes poetas latinoamericanos (Uruguay, Abrace Editores) y en Jóvenes poetas cantan a la paz (Sydney, Australia, Casa Latinoamericana). El Verbo Decenrrejado (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile) Antología de Nueva Poesía Hispanoamericana (Editorial Lord Byron, Lima, Perú) y en la antología norteamericana: A Generation Defining Itself- In Our Onw Words (AMW Enterprises, North Carolina). Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués, inglés, catalán y alemán. Colabora activamente con diversas publicaciones literarias y dirige el blog The Wrong Side, dedicado a la difusión de la literatura hispanoamericana.


Nota del autor del blog: Los trabajos artísticos que acompañan esta antología breve de mi poesía son del siempre maravilloso artista cubano, Wilfredo Lam y fueron tomados de diversas fuentes del Internet.

Friday, June 17, 2011

Saint-John Perse: poeta antillano


Cuando leemos Elogios ―extraordinario libro de poemas de Saint-John Perse―, estamos leyendo una enorme crónica de un período de la vida de América Latina y, en particular, del Caribe

por Enrique Saínz

Un prodigioso poeta francés del siglo XX y de todos los siglos, Alexis St. Léger Léger, conocido en el mundo literario como Saint-John Perse, nació en Guadalupe en 1887, en una región que pertenecía a la familia paterna, como lo evidencia el nombre del islote en el que vino al mundo: Saint-Léger-les-Feuilles. Allí transcurrieron sus primeros once años de vida, entre paisajes espléndidos y diversas realidades materiales de naturaleza múltiple, conjunto que habría de cantar más tarde, a inicios de la centuria pasada, en un extraordinario libro de poemas: Elogios (1911), publicado en París al cuidado de André Gide, quien vio en el joven un gran talento y una singular fuerza creadora.

En 1899, compulsada por la crisis económica que sobrevino tras un fuerte terremoto acaecido en 1897, su familia abandonó aquellas tierras y se trasladó a Francia, donde el futuro poeta cursaría estudios de bachillerato y, más tarde, de Letras, Medicina y Derecho. De gran avidez por el conocimiento, se adentra en otras disciplinas: Geología y Botánica, universos que fueron también objeto de atención por grandes románticos alemanes de finales del siglo XVIII, como Novalis. Dedicó serios esfuerzos al estudio de la flora de las Antillas con el maestro Duss, y asimismo se empleó a fondo en los misterios de la costra terrestre y de la biosfera, mientras que aprende griego para leer a Empédocles y traduce a Píndaro, un autor con el que tiene gran afinidad.

Aquellos primeros años en las tierras caribeñas colmaron al niño de colores y sonidos, del esplendor de una naturaleza fastuosa, de los diversos oficios que hacían habitables las colonias y de los hombres y mujeres que poblaban las ciudades y los pequeños conglomerados humanos de esas regiones. Su vida posterior estuvo caracterizada por viajes, tareas diplomáticas, vaivenes de la historia, escrituras, amistades, amores. Su poesía fue ganando en volumen, pero no en vigor, pues ya desde sus mismos inicios su palabra tenía una infrecuente energía y una grandeza, sin duda, excepcional. Las experiencias de su vida familiar y del entorno natural y social en que se desarrolló su infancia fueron trasladadas a los textos de ese, su primer libro, ya con una plenitud total y con la certidumbre que confiere el desbordante talento del poeta, lector igualmente lúcido de la gran tradición de su idioma.

Asombra leer esta poesía intensa en la que se rememoran aquellas vivencias, con un dinamismo incomparable, visiones totales de un cosmos sin fronteras, aunque podamos ubicar con precisión los límites geográficos del paisaje y del ámbito familiar. Las imágenes cotidianas del niño cobran una dimensión que rebasa tiempo y espacio, si bien nos percatamos de la teluricidad antillana en las estrofas y en el léxico, en los personajes y en las jerarquías sociales que los textos transparentan.

Esos rasgos caracterizan también las creaciones posteriores del autor, siempre nutridas de dilatados espacios ilimitados y atravesados por hombres y mujeres anónimos, sin historia, encarnaciones del hombre universal que Perse cantó como nadie en nuestra época. Hay, en esas páginas iniciales, una enorme tensión en el diálogo entre la inmensidad y los hechos inmediatos, pequeños, y entre el individuo y el cosmos en que habita y realiza su vida cotidiana. Todo cobra, ante los ojos del poeta, una dignidad que lo mueve a la alabanza y al más entusiasta testimonio de esa dinámica existencia, oculta o manifiesta, de todos los días en las labores del trabajo sustentador.

En el poema “Para celebrar una infancia”, donde aparecen sus recuerdos de niño, acaso con más fuerza que en ningún otro momento de Elogios, presenciamos todo un mundo de extraordinaria riqueza natural y de un dinamismo que solo los grandes creadores pueden comunicarnos. Veamos estos momentos maravillosos de la sección I en la versión de Jorge Zalamea, probablemente su mejor traductor al español:

¡Palmeras…!
Entonces te bañaban en el agua-de-hojas-verdes; y era también el agua verde sol, y las sirvientas de tu madre, altas mozas lucientes, meneaban sus cálidas piernas cerca de tu temblor…
(Hablo de una alta condición, antaño, entre los trajes, en el reino de girantes claridades.)

¡Palmeras…! y la dulzura
de una vejez de las raíces…! La tierra
entonces deseó ser más sorda, y el cielo más profundo en donde los árboles
demasiado grandes, fatigados de un oscuro designio, anidaban un pacto inextricable…
(He tenido este sueño, en la estimación: una segura permanencia entre las telas entusiastas.)


Y más adelante, en la sección V:

[…] ¡Ah, motivos tengo de loa!
Mi frente bajo manos amarillas,
mi frente, ¿recuerdas los nocturnos sudores?
¿la medianoche vana de fiebre y el sabor de cisterna?
¿y las flores de alba azul danzando sobre las ensenadas de la mañana,
y la hora mediodía más sonora que un mosquito, y las flechas lanzadas por mar de colores?…

¡Ah, motivos tengo, motivos tengo de loa!
Había en el muelle altos navíos musicales. Había promontorios de Campeche; frutos de madera que estallaban… Pero, ¿qué han hecho de los altos navíos musicales que había en el muelle?


Siempre, en Perse, la alabanza, el canto de un entusiasmo desbordante, exultación de la naturaleza y del ser humano, de las hazañas y los grandes movimientos de viejo sabor épico, pero sin héroes individuales, con la colectividad moviendo la historia y los hechos sociales.

Poeta de nuestra época, escribió enormes textos en los que la prosa se despliega ante el lector como un gran relato que rebasa los límites formales de la poesía tradicional. Este primer libro, Elogios, es un canto a las tierras caribeñas y, con ellas, a las tierras latinoamericanas, en la palabra de un poeta francés que es también un poeta del mundo, un creador universal cuya obra comenzó por estas latitudes y se fue abriendo hacia una totalidad sin fronteras geográficas ni raciales.

En un brillante y discutible ensayo ―como todos los suyos―, titulado “¿Poesía latinoamericana?” (1967) y recogido en su libro El signo y el garabato (1992), el poeta mexicano Octavio Paz califica este poemario de Perse, y Cuaderno de un retorno al país natal (1942), de Aimé Césaire, de obras “tan profundamente americanas y, al mismo tiempo, tan estrechamente ligadas a la tradición poética francesa moderna”.

En las páginas deslumbrantes de este formidable libro de Saint-John Perse está la riqueza natural del Caribe, su paisaje barroco con ese entreveramiento de flora, fauna, montañas, mar, cielo, sobreabundante luminosidad e impenetrables noches repletas de estrellas, con tormentas descomunales, como la que cantó José María Heredia. Ahí está, asimismo, el poderoso aliento vital que no cede en vigor y grandeza a los espacios de más ricas y antiguas culturas, como nos revelan esas vibrantes estrofas. Este poeta nos entrega la realidad de nuestras tierras caribeñas con una fidelidad que no podemos pasar por alto en estas reflexiones. Es el suyo un realismo sin fronteras, como calificó Roger Garaudy, el estilo mediante el cual Perse despliega la profunda mirada con que se adentra en los paisajes y en los oficios, en los rostros y en los detalles más insignificantes y menos perceptibles a la contemplación común. Estamos, pues, en presencia de una sensibilidad barroca que no aparece en el poeta por sus lecturas o su formación académica, sino por su voluntad testimoniante, esa necesidad de decirnos el acontecer y el entorno con absoluto apego a lo que perciben sus sentidos.

La literatura latinoamericana, barroca por definición, como ya han demostrado importantes estudiosos y relevantes ensayistas, entre ellos, José Lezama Lima y Alejo Carpentier, reaparece con ese rasgo definidor en un joven poeta ya en la década de 1900, cuando escribía los textos que integrarían luego, en 1911, este libro inicial. Tanto Carpentier como Lezama se acercaron a la gran obra de Perse, gesto perfectamente coherente con la cosmovisión de ambos autores, pues veían en el francés nacido en Guadalupe a un escritor que pertenecía, por derecho propio, a la riquísima historia espiritual de estas tierras.

Cuando leemos Elogios, estamos leyendo una enorme crónica de un período de la vida de América Latina y, en particular, del Caribe, región esta última que, por entonces ―comienzos del siglo XX―, mantenía su estatus colonial. Perse reitera en algunos momentos de su obra las diferencias clasistas, pero no es la suya una imagen que pretenda subrayar las diferencias, sino solo poner de manifiesto los hechos, así como evidencia la luminosidad y los sonidos del mundo natural, las dimensiones de los espacios abiertos y la belleza de los detalles, de una naturaleza vista en sus pequeñas expresiones, como vemos en muchas páginas de este extenso poema. Los sentidos se colman de olores, sabores, colores, formas, texturas, objetos, rostros, cuerpos diversos, movimientos, presencias y ausencias, todo ello con una sucesión interminable que viene a enfatizar el carácter barroco de esta obra, su barroquismo natural, genuino, sin impostación estilística ni voluntad puramente literaria que buscase una manera propia.

Es esta una poesía del asombro y del entusiasmo, de la riqueza vital y del canto a la vida, poesía, al mismo tiempo, absolutamente espontánea, aunque también podemos hallar en estos versos dilatados una voz propia, que afloraba en aquellos años en el panorama de las letras francesas. Leamos ahora este momento impar en el que la memoria va recreando las imágenes sucesivas de la infancia:

Infancia, amor mío, también he amado la noche: es la hora de salir.
Nuestras nodrizas han entrado en la corola de los trajes… y pegados a las persianas,
bajo nuestras trenzas heladas, hemos
visto cómo lisas, cómo desnudas, levantaban a todo el alto del brazo el blando anillo
de la falda.
Nuestras madres van a bajar, perfumadas con la hierba-de-Madame-Lalie… Sus cuellos
son hermosos. Ve delante y anuncia: ¡Mi madre es la más bella! –Oigo ya
las almidonadas telas
que arrastran por los cuartos un dulce ruido de trueno. ¡Y la Casa! ¿la Casa?...
¡salimos de ella!
Hasta el anciano me envidiaría un par de matracas
y el susurrar con las manos como una liana de guisantes, la guilandina o la mucuna.

Los que son viejos en la comarca sacan una silla al patio, beben ponches color de pus.


Ahí está América, ahí está el Caribe, ahí estamos nosotros, nuestra historia, nuestro ser más profundo en el mestizaje que nos identifica, y con el que estamos haciendo nuestro espacio para todos.

Tomado de Cubaliteraria


Tomado de
La Ventana

Tuesday, June 14, 2011





Realidad cuántica

Me he dormido en una línea en la que Goya
me hablaba de sus muertos
sordos, involuntarios del absolutismo.
...
Me he dormido despertando con el día
apuntándome las sienes. Y he muerto,
en ese mismo lienzo
que diera vida, al observarlo.






Ilusión nocturna

“Los monjes de Egipto cavaban tumbas para verter lágrimas en ellas;
hoy cavaría yo la mía y no caerían más que colillas
Ciorán

Partí mi corazón con un enigma.
Con la noche escondida
entre mis huellas
excavé, ebrio, en sus oscuros brazos
por una voz o un dedo
sobre los hombros
de mi angustia, más, sólo silencio
y sombra vi en el túnel.
Un rostro ahogado en hierbas
salió a mis pasos, para sellar mi boca
con sus besos de medusa.
Ya no siento miedo,
todo bajo mis pies se rige por el cadalso.
Mi corazón es una flor
a intemperie de la niebla.





Sueño con sirena en una tarde de verano

Yo seguiré aquí.
Inmóvil.
Escuchando
...sus latidos,
su voz
corpórea
en los árboles,
mientras
súbita,
esta herida
insaciable
enraíza
ínsulas azules
en su esófago,
así,
así...
-a manos
armadas-
se aparece
ella.
A más
intentos
de escapar,
más su boca atrae
mis oídos
hasta
su música,
y no
hay garganta
que no la escuche.






VIENTO FRÍO


Viento frío/
que has llegado para verme/ hallazgo instropectivo/
que en la noche
...vienes a abrazar mi almohada/
y siento tu carne transparente ahogarme
como maremotos/ como una lanza
que penetras en mi costado/
Viento frío/que sobre mi cuerpo estornudas/
espantando el polvo acumulado/
por soñar que sueño vivo
ese sueño que los muertos/
no han soñado/







Retorno del pájaro

A Ken Saro Wiwa

Poeta de angosturas áridas
...donde pastan las cabras celestiales;
hijo de un pueblo
con pagodas negras en las cabezas
y danzas tristes
en las nalgas de los dioses.
Te erguiste como un pájaro en la garganta
del transnacional crepúsculo
que aprisionaba las lenguas
zurciéndolas al infortunio de las botas.
¿Quién iba a pensar
que tus versos
despertarían la ira de la niebla?
Vinieron de los cuatro costados
sobrevolando la era como avispas atómicas,
te enjuiciaron,
y tu sentencia fue ser difunto
con los labios orbitando en las oscuridades.
Los airados corceles del viento
cargaron con tus osamentas a las cúspides
y las ocultaron en las gotas del rocío
para lavar tu dignidad
que goteaba en los montes silenciosos.
Poeta tan negro como las alas de la noche
dime cómo investir las palabras
para que anden silvestres por los espacios
enrejados con miserias existenciales,
por qué el grito hondero de la edad nocturna
coagula las voces de la lluvia
y cuaja los corazones de los hombres
con lutos de semen muerto .
Vuelve tus osamentas al presente,
tráenos la juventud de la poesía de vuelta
para poder saciar esta espera interminable
que transformó las médulas del alba
en piedras convulsas,
y la miseria en una prostituta piadosa
para cualquier costilla con la edad de la inocencia.




Daniel Montoly (Montecristi, República Dominicana, 1968) estudiante de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Fue finalista en el concurso de poesía Latin Poets for Humanity, ganador del concurso de poesía de la revista Niedenrgasse y del "Editor's Choice Award" de The Internacional Poets Society.

Ha publicado en el Primer Volumen de Colección Sensibilidades (España, Alternativa Editorial), Maestros desconocidos de la poesía contemporánea hispanoamericana (USA, Ediciones El Salvaje Refinado), Antología de jóvenes poetas latinoamericanos (Uruguay, Abrace Editores) y en Jóvenes poetas cantan a la paz (Sydney, Australia, Casa Latinoamericana). El Verbo Decenrrejado (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile) Antología de Nueva Poesía Hispanoamericana (Editorial Lord Byron, Lima, Perú) y en la antología norteamericana: A Generation Defining Itself- In Our Onw Words (AMW Enterprises, North Carolina). Algunos de sus poemas han sido traducidos al portugués, inglés y alemán. Colabora activamente con diversas publicaciones literarias y dirige el blog El Wrong Side, dedicado a la difusión de la literatura hispanoamericana.




Nota del autor del blog: Los trabajos visuales que sirven como ilustraciones de esta breve muestra poética son del poeta y artista visual, Gonzalo y pueden visitar su web en: http://www.vbz.es/vbz.htm