LISTA DE ESPECIES PELIGROSAS
Es tiempo de retirar del poeta la sospecha
Si, ya sé que algunos
lo consideran un terrorista
de la palabra, otros
un degenerado embaucador
de jovencitas, pero en algo
estamos todos de acuerdo
y es que, es un pobre carajo.
Jala aire, muerto en vida,
con las dos manos en la cabeza
y la sombra de la moneda
en lo más hondo del bolsillo
de la que ya ni recuerda la fecha.
¿Para qué desperdiciar
pólvora y esfuerzos
contra quien carga encima
la peor sentencia?
Déjenlo rumiar por los cafetines
o por los lugares públicos
con un palillo entre los dientes
recordando a los grandes patronos
de iglesia (ya muertos claro está)
aferrándose a la gordura barroca
de Lezama Lima, a la mirada
inquietante de Edgar Allan Poe
o al traje almidonado
de T. S. Eliot, aunque al suyo
ya no le quepan remiendos
que zurcir a los días
de fiestas nacionales. Es tiempo
más que suficiente
para sacarlo de la lista
de los elementos peligrosos,
permitiéndole recorrer las nubes
como astronáuta, creerse Baco,
emborrachándose de aire
hasta ahogarse con su propio vómito.
Hay demasiados ruidos
allí afuera. Es hora de apretar el culo
y toser con el cerebro.
TRANSUBSTANCIACIÓN DE LA CARNE
Dos pedazos
que cuelgan de mi boca
es todo lo que queda
de su persona,
pero, cada noche
cuando duermo
la escucho gritar,
como si los jirones de su carne
reclamaran
volverse poema.
LA NEGRA SOLEDAD
La negra Soledad
no era tan negra
aunque los curvados
de sus orejas
aseguraran
lo contrario,
y la nariz
se pronunciara
con respingo,
como colgada
de una aldaba
masónica.
Revolvia
aquel regalo
hecho por Dios
al hombre,
por los salones,
seguida
de una curiosa
nube de fulanos
y menganos
que se le
amontonaban
por los rincones,
como lagartos
esperando
los siete botezos
nocturnos,
para deslizar
sus lenguas
de reptiles
enfermos
por la espesura
geométrica
de sus peligros
insospechados
y así escuchar
las pulsaciones
plañideras
de los tambores,
celebrando el patriotísmo
de sus nalgas,
sin ser día nacional,
con el nervio
de su sensualidad
en paños menores
y la cabeza
adentro del cielo.
La negra Soledad
no era tan oscura,
tampoco yo,
era tan blanco
como para obviar su sexo
de metales
y mambo.
BACHATA SORDA
La isla se observa
con la timidez de una
mujer tartamuda
que por los balcones
espera a que el sol
se acueste
para ahogar la sed
de sus curvas.
Dentro de unos jeans italianos
se pone unos botines rojos
y una blusa negra
transparente
para rumbear, por clubes y hoteles
va en busca de peces gordos
como promesas de un pasaporte
para volver, en diciembre,
con un juego de maletas
louisvouttionianas
repletas de sueños
de segunda mano,
un par de guillos de oro húmedo
y una pirámide de coloretes
italianos.
La isla se observa
en las contradicciones nocturnas
con ambición de mujer;
pescada por arpones
la luna, se acuesta sobre el asfalto
desgreñada, llena de dudas,
urge a los pies, “malecón
pá arriba, mañana gozaré
de mejor suerte”.
Daniel Montoly ©
Obras del artista dominicano, Jorge Severino.
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